Archive for agosto 2012
Niños con riesgo X. Riesgos originados en el entorno familiar (3)
5 Marginación/pobreza. Un riesgo antiguo pero un riesgo creciente en la actual situación de recesión económica, como ya se ha dicho. Aunque de forma “relativa” en las sociedades avanzadas, se asocia a desclasamiento y mal vivir y es anuncio de encadenamiento de desdichas. Como que también está asociado a viviendas inadecuadas, la detección de condiciones de las viviendas debe poner sobre aviso de lo que está ocurriendo a los niños. El término «ghetto«, originario de los nucleos urbanos de poblaciones marginadas de etnia o religión judía en Europa por razones politicas y xenófobas, se aplica ahora a barrios de grandes ciudades donde las condiciones de vida encarcelan a sus habitantes como en los años 40 hacían los nazis en Polonia. «Favela«, «bidonville«, «banlieue«, barrio, cantegril, «colonia» o «repartos».
6 Inmigración/minorías étnicas. Además de arrastrar los riesgos de origen, generalmente por proceder de países de niveles económicos o sanitarios deficientes, el desarraigo, la ilegalidad, la marginación en ghettos o barrios, las dificultades idiomáticas y la distancia cultural sitúa a los niños inmigrantes y a los hijos de inmigrantes nacidos en el país de acogida en una situación de desventaja y riesgo.
7 Separación/divorcio. Aunque hoy dia casi el 50% de las uniones matrimoniales fracasan y se rompen y con ella la situación adquiereun cierto grado de «normalidad», lo cierto es que tanto durante el período previo por la situación de conflicto, como por el estrés de la crisis de separación, como por las dificultades económicas y sociales de los hijos de padres divorciados, la situaciones de fracaso de los matrimonios contribuyen a situaciones de riesgo para la salud de los niños.
8 Testigos de Violencia doméstica. La experiencia de ser testimonio de situaciones de violencia en general y de la que ocurre dentro del hogar es un determinante de Sindrome de Estrés post-traumático (SEPT) con repercusiones inmediatas y a largo plazo.
X. Allué (Editor)
Niños con riesgo IX Riesgos originados en el entorno familiar(2)
3 Riesgos de la adopción. Aún siendo la solución mejor a la ausencia de familia, la integración de los niños en una familia adoptiva requiere esfuerzos por parte de todos los implicados. En el caso de las adopciones trasnacionales las dificultades no son diferentes ni mayores, aunque puedan reconocerse algunas peculiaridades.
En este blog ya hemos dedicado espacios a la adopción en sus diversas modalidades y los problemas que se le pueden asociar. Quizá el más indeseable sea la adopción fracasada. Por ello las instituciones responsables del control de las adopciones suelen ser muy exigentes en la selección de las familias adoptantes. Y asimismo, se debe manener una vigilancia y apoyo a las familias de niños adoptados para evitar situaciones negativas u otros daños al menor.
4 Riesgos determinados por miembros de la familia. Mientras que la familia es el marco natural para el desarrollo de los niños, las disfunciones de alguno o algunos de sus miembros son determinantes de dificultades totalmente indeseables
– Malos tratos y S. Munchausen. En sus diferentes formas, maltrato físico, maltrato psíquico, negligencia física, negligencia emocional, abuso sexual, abandono, explotación laboral y mendicidad o, incluso, el maltrato prenatal son situaciones de grave riesgo social.
– Hijos de padres toxicómanos. La toxicomanía parental, tanto de tóxicos ilegales como de los más comunes como el alcohol y el tabaco, generan dificultades y patología de forma específica bien descrita y estudiada.
– Hijos de padres con enfermedad mental. Las limitaciones que la patología psiquiátrica produce en las personas responsables del cuidado y cría de los hijos pueden tener efectos deletéreos sobre la salud y la vida de los menores.
– Hijos de padres analfabetos/desculturalizados. La “discapacidad cultural” que impide el acceso a la información , la interpretación de recomendaciones escritas u otras formas de comunicación.
De estos temas nos ocupamos en otros capítulos y a ellos remitimos al lector.
X. Allué (Editor)
Niños con riesgo VIII Riesgos originados en el entorno familiar (1)
La mayor parte de las sociedades entienden la familia como el marco natural donde se desarrolla la vida de los niños y la institución elemental para que los niños crezcan y de hagan adultos. Lamentablemente no todo es bueno y benéfico alrededor de la familia. La familia es un ámbito complejo, con muchos ángulos y aristas, con miembros diversos, en posiciones diversas, con edades e historias personales diferentes cuya influencia o actuación hacia los miembros más débiles, los niños, tiene una capital importancia. Ello comporta también la existencia de riesgos acompañantes.
1 Ausencia de familia, orfandad, abandono. Si la familia es el ámbito natural de los niños, su ausencia representa la pérdida dramática del ámbito y el desamparo más total. Si entendemos la familia como algo bueno y necesario, su ausencia es, en si misma, una desgracia. Tanto si sucede por razones biológicas como la orfandad o por razones voluntarias sociales, como en el abandono, la realidad que genera requiere un inmediato remedio.
Nuestro sistema social dispone de regulaciones para suplir la ausencia de la familia, temporal o definitivamente y la autoridad asume las responsabilidades habitualmente asignadas a la estructura familiar. En España las responsabilidades de la atención y protección y tutela de la infancia están asignadas reglamentariamente a las administraciones de la Comunidades Autónomas, generalmente incluidas en los departamentos de Bienestar social, bajo diferentes nominaciones (Seguridad social, Acción social, Beneficiencia, etc.).
A los riesgos que comporten las causas de la ausencia de familia en si mismos, todos ellos indeseables (fallecimientos de los padres que, por edad, son prematuros, abandonos voluntarios o forzados por encarcelamiento, etc.) hay que añadir los que la institucionalización o la adopción aportan.
2 Infancia tutelada y/o institucionalizada. Como consecuencia de la inexistencia, por el motivo que sea, de la familia, las respuestas que ofrece la sociedad, la tutela, la institucionalización o la solución de la adopción o la custodia, no están exentas de dificultades y problemas. En el pasado reciente se han detectado o denunciado situaciones indeseables entre los menores acogidos en instituciones que si la mayor parte han tenido carácter puntual, ponen de manifiesto que las instituciones de custodia, especialmente las de niños más mayores o adolescentes quedan lejos de ser ideales.
Algunos riesgos son propios de las instituciones como ha sido la detección de una mayor incidencia de enfermedades trasmisibles como la hepatitis B o, en el caso de lactantes pequeños algunas epidemias de infecciones por el VRS. Otros están ligados a la propia dinámica de las instituciones y su defectos o a la actuación de alguno de los responsables del cuidado de los niños, como abusos sexuales u otros.
Y en todo caso, la deficiencias de carácter emocional, cariño o apoyo difíciles de encontrar en estos medios.
…cont….
X. Allué (Editor)
Los niños con riesgo VI. Accidentes.
Ya nos hemos referido anteriormente a los riesgos que los accidentes comportan. Actualmente son la primera causa de mortalidad infantil, salvado el período neonatal, en los países avanzados. Los accidentes no tienen más manejo que su prevención, de manera que el conocimiento de la existencia de los riesgos de accidentes es una obligación ineludible.
Domésticos. El hogar es donde más tiempo pasan los niños pequeños. Por tanto es donde más fácilmente van a producirse los accidentes. En esto están de acuerdo todas las estadísticas.
Dentro del hogar el sitio más peligroso es la cocina, quizá porque no se puede decir que haya hogar sin un “hogar”, un fuego donde cocinar (En la Edad media los censos de población en Cataluña se hacían contando los fuegos, “fogars”, que solían ser bastante precisos) El fuego para cocinar, los líquidos calientes, los utensilios cortantes utilizados para manipular los alimentos, los propios alimentos o los elementos de limpieza que se guardan en las cocinas son los vehículos de los accidentes. Pero los descuidos son la causa. La otra dependencia peligrosa es el cuarto de baño: las superficies resbaladizas favorecen las
Caídas y traumatismos. La inexorable fuerza de la gravedad va a dar con nuestros huesos—o los de los niños—en el suelo. Y los niños pequeños tienen el centro de gravedad bastante alto porque la cabeza les pesa más que las piernas. Eso sumado a la inestabilidad neuromuscular y el movimiento continuo hace las caídas frecuentes. Si hay desniveles como escaleras, balcones, terrazas o tapias, las consecuencias pueden ser peores.
Si los niños están en un sitio del que puedan caerse, lo más probable es que se caigan. No es la ley de Murphy: le podéis poner mi nombre. O el de Newton.
Intoxicaciones. La curiosidad natural de los niños entre el año y los cinco o seis les lleva a probarlo todo. Para distinguir si es comestible o no, lo natural es que se lo lleven a la boca. Pero los niños no son tontos; para que ingieran algo tiene que existir un motivo: que esté a su alcance, que tenga un aspecto atractivo, que sea fácil de conseguir e ingerir. O que algún imprudente lo haya puesto a su alcance en un envase que sea familiar para el niño, como poner detergentes o combustibles en botellas de refrescos…
Por debajo del año los niños no se envenenan, los envenenan. Alguien, por error, descuido o intención aviesa, les ha administrado el tóxico. Cuidadín…
Y con más de seis años los niños ya saben lo que es bueno para comer y lo que no, de manera que debe existir alguna circunstancia favorecedora, intencionalidad o, eventual y lamentablemente, un intento de autoagresión.
Quemaduras. El contacto de la piel con objetos o substancias a más de 60º centígrados va a producir una lesión. Cuanto más alta sea la temperatura, cuanta más superficie corporal resulte expuesta y cuanto más tiempo se mantenga el contacto más grave será la lesión, la quemadura. No es aquí un sitio para elaborar la importancia y gravedad de las lesiones térmicas. Aunque sí recordar que en el caso de incendios, los daños producidos por la inhalación de humo y los productos de la combustión—monoxido de carbono y gases derivados de la combustión de plásticos que contienen ácido cianídrico–suelen anteceder a las quemaduras y son la principal causa de muerte.
Ahogamientos. Ya lo hemos recordado en varias otras ocasiones. La existencia de acumulaciones de agua, bañeras, piscinas, balsas, charcas, canales, lagos y, naturalmente, el mar, ofrecen oportunidades para que un niño caiga en ellas y no sea capaz de mantenerse a flote. El principio de los veranos, el primer día de las vacaciones, los niños desatendidos y otras imprudencias convierten el contacto con el agua un peligro notable.
De tránsito. La generalización del tráfico de vehículos a motor en todo el mundo en los últimos sesenta años, ha convertido a los accidentes relacionados con el conflicto entre los niños y los citados vehículos a motor, ya sea como viajeros en ellos o como peatones atropellados, en una causa importante de lesiones y muertes. El tráfico rodado está sometido en todos los países civilizados a un considerable cuerpo legal de regulaciones y normas designadas para prevenir y evitar los accidentes. El elemental respeto a todas esas regulaciones debería reducir notablemente los accidentes. Lamentablemente la impredictibilidad de los vehículos en movimiento y, también, la de los niños, las hacen a menudo inútiles. Prudencia.
X. Allué (Editor)
Ferragosto ( ¿hay alguien ahí?)
Esta semana suele ser la de una ausencia generalizada en los ámbitos académicos y sanitarios. Todo el que puede está de vacaciones. Y con escasas motivaciones para leer blogs.
Pero nosotros seguimos aquí, con la mejor voluntad y continuando con la serie de Niños con riesgo.
Al comienzo de setiembre os recordaremos las entradas publicadas.
X. Allué (Editor)
Los niños con riesgo V. Las guerras
Se suele decir que la primera víctima de las guerras es la verdad. El recuento de las víctimas es una de las verdades más distorsionada. Los contendientes se atribuyen las bajas del enemigo y minimizan las propias. Y, a la vez, exageran las víctimas civiles propias para demostrar la maldad de sus oponentes.
Resulta difícil saber lo que sucede o lo que sucedió y los llamados ”expertos” son contribuyentes directos a la confusión, difícilmente exentos de partidismos.
Ni siquiera se ponen de acuerdo en las proporción de víctimas civiles y militares. De forma más o menos convenida se calculaba que en las guerras anteriores al siglo XX el número de muertos en combate, de combatientes, en relación con la población civil venia a ser de 8/1. Y que a partir de la introducción de armas de destrucción mas potentes y el bombardeo indiscriminado de pueblos y ciudades, paradigmáticamente iniciado con el bombardeo de Guernika durante la Guerra civil española, la proporción se fue invirtiendo hasta ser equiparable o hasta de 1/3, tres civiles por cada baja en combate.
Según un articulo de A. Roberts, investigador de la Universidad de Oxford, publicado en Survival (2010, 52:115-136) las víctimas pueden incluir:
- Los muertos por el efecto directo de la guerra
- Los heridos por el efecto directo de la guerra
- Los que mueren durante o después del conflicto por efectos indirectos como enfermedad, malnutrición o desordenes varios
- Las víctimas de violencia originada por uno de los contendientes sobre su propia población
- Las víctimas de violación y otras formas de violencia sexual durante el conflicto bélico
- Los refugiados y desplazados por la guerra
- Los que, tiempo después de que la guerra haya terminado, mueren prematuramente debido a lesiones, heridas u otros daños padecidos durante la guerra
De cada una de estas categorías todos podemos recordar ejemplos dolorosamente numerosos y próximos. Como resulta evidente, la suma siempre será superior a los que se acostumbra a admitir, alargándose en el tiempo y durante toda la vida de los que se vieron envueltos en un conflicto bélico. Y no menos aquellos que participan en la guerra activamente como son los «niños soldados»
Por eso TODOS los niños que han vivido una guerra se deben considerar víctimas, sujetos a riesgos diversos y merecedores de especial atención. Y a todos ellos desearles que el tiempo y su resiliencia permita curar las heridas del cuerpo y del alma que indudablemente habrán padecido.
X. Allue (Editor)
Los niños con riesgo IV. Catástrofes
En la vida pueden producirse situaciones anteriormente no existentes que emergen poniendo en riesgo a quien apenas lo tenía. Con un carácter accidental, eventos puede cambiar y alterar gravemente el entorno de un niño hasta poner en peligro su integridad y su futuro. Y, en todo caso, se deben tener en cuenta ciertos períodos de la vida del niño, especialmente la adolescencia en los que las situaciones pueden desencadenarse o agravarse.
Las catástrofes. No siempre van a ser “las mujeres y los niños, primero” y lamentablemente en situaciones catastróficas, naturales como terremotos, “sunami”, inundaciones o incendios, o las originadas por el hombre como las guerras, el sufrimiento de los niños es inicial y evidente. Sin tener que remontarse a la historia, plagada de acontecimientos lamentablemente luctuosos, en lo que llevamos de siglo XXI se han sucedido los suficientes—más de 1000 según algunos recuentos—como para ofrecernos una espantoso panorama de situaciones indeseables de las que los niños han sido víctimas. Cualquier revisión más o menos superficial de las hemerotecas nos traerán a la memoria varios de ellos. En la Internet es fácil encontrar listados anuales de catástrofes y recuentos de víctimas.
La pérdida de vidas humanas es muy lamentable pero casi nunca se cuentan las víctimas secundarias en forma de orfandad, pobreza extrema, marginación o enfermedad que plagan las destrozadas vidas de los supervivientes.
Nunca se está suficientemente preparado para las catástrofes. Los planes de emergencia de las comunidades, las organizaciones o los hospitales, aún con la mejor de las voluntades rara vez se encuentran a la proverbial “altura de las circunstancias”. El carácter impredecible de las catástrofes accidentales lo hacen difícil. Los planes de catástrofes sería preferible que incluyesen las medidas a tomar después. Las consecuencias son algo más fáciles de predecir y suelen ser más comunes a cualquier tipo de catástrofe.
Una aplicación del sentido común, un buen conocimiento local, porque en cada sitio las cosas se desarrollan de una manera diferente, y una visión amplia y generosa de la realidad es lo que se precisa. Y confiar en los expertos si los hay, no en los políticos que, de buen seguro los habrá.
X. Allué (Editor)
Los niños con riesgo-III. Los riesgos de una estructura social anómala.
La disposición de las sociedades puede ser tan diversa como etnias hay en el mundo. Sociedades relativamente desarrolladas pueden mantener estructuras del grupo o de la familia que reducen las posibilidades de desarrollo en general y el de los niños en concreto. Sociedades violentas, machistas, totalitarias o desestructuradas van a actuar negativamente sobre los elementos más sensibles como son los niños.
Lamentablemente el mundo no está libre de grupos sociales nocivos para los niños.
Aún respetando las diferencias culturales o étnicas existen sociedades que, y en contra del más elemental sentido de la perpetuación de la especie, maltratan y desprecian a los elementos más jóvenes por motivos diversos.
Algunas etnias sitúan a los niños—y habitualmente también a las mujeres—en un plano de inferioridad en cuanto a derechos y consideración. Los niños son los últimos en tener acceso a los alimentos y a la protección. En otras se establecen diferencias muy acentuadas en el trato y consideración de los hijos varones frente a las niñas, incluso hasta el extremo de existir una eliminación selectiva de los fetos femeninos en las embarazadas, como ha venido ocurriendo en la China.
Como elementos más débiles, los niños pueden ser objeto de malos tratos en sus diversas formas, siendo la negligencia la más común. Cuando la estructura social o familiar está desordenada, y ese es un concepto necesariamente amplio, es mucho más fácil que los niños sean objeto de malos tratos o cualquier otro tipo de abusos.
De poco sirve intentar poner en marcha medidas de protección si primero no se cambian las estructuras sociales y familiares que rodean a los menores. Sin pretender que todos los grupos étnicos del mundo se adapten a un modelo occidental considerado como “civilizado”, si es importante que, al menos los estados, se adhieran a los principios que informan la Declaración de los Derechos del Niño que propició la ONU hace ya unos lustros. Y desde ahí intentar modificar la realidad de los grupos étnicos y las familias.
X. Allué (Editor)
Los niños con riesgo II- Los riesgos económicos
Vivir en un mundo de economía globalizada mantiene enormes diferencias de recursos y ello al margen de la situación geográfica. La pobreza, aunque evidentemente predomina en los llamados países pobres, está presente en amplias capas de las sociedades más opulentas del planeta. Es lo que se ha conocido como el Cuarto Mundo: los colectivos pobres en países desarrollados.
La supervivencia, expresada en cifras de mortalidad infantil, es más dependiente de los recursos económicos de las familias que del lugar en donde vivan.
Las situaciones económicas adversas tienden a extenderse a lo largo del tiempo, afectando a niños de generaciones sucesivas. La desigualdad pone barreras al progreso de las gentes. Las familias pobres engendran pobres que tendrán menos recursos: nutricionales, de calidad de vida, de escolarización. Todos ellos contribuyen a la perpetuación de la pobreza. Los pobres, por ejemplo pueden padecer síndromes carenciales como la ferropenia. Y la ferropenia se asocia a un menor rendimiento escolar. Con menos educación la posibilidad de mejorar en la escala social se encuentra limitada. Si encima las escuelas y los maestros son peores, el absentismo prevalece sobre la asistencia y en la casa hay pocos estímulos a fomentar la educación académica, el ciclo perverso de la ignorancia unida a la pobreza se cierra irremisiblemente.
Cuando además se añaden los efectos de las crisis económicas, mejor describibles como períodos de recesión como el que actualmente atraviesa en mundo occidental y, de forma concreta y específica, España, las repercusiones son aún más notables.
Los vaivenes de la situación financiera, origen y motor de la crisis pueden quedar un poco lejos de la vida de los niños, pero los efectos sobre las economías domésticas por un lado y las medidas de austeridad que, parece ser que equivocadamente, aplican los gobiernos quedan ya mucho más próximos.
La disminución del poder adquisitivo de las familias, asociado al desempleo generado por la crisis y el aumento de los impuestos incrementa el contingente de personas hundidas en la pobreza, entendida ésta como las familias cuyos ingresos no superan el salario mínimo para el núcleo familiar. Los tramos más inferiores empujan a muchos a la marginación.
El resultado puede tener efectos registrables sobre la nutrición infantil; si no cuantitativamente, sí cualitativamente cuando el consumo de proteínas y alimentos frescos como se ha notado en los hábitos de consumo según las empresas de alimentación. Ligada como lo está la obesidad a las clases sociales menos favorecidas, es posible que una situación de recesión económica en el primer mundo de lugar paradójicamente a un incremento de peso entre los niños y adolescentes, mientras que en los países pobres esa pobreza y la malnutrición van de la mano.
Por otro lado, el desempleo y las dificultades económicas son determinantes de frustraciones emocionales constantes. Viniendo de una etapa de prodigalidad, las carencias se viven mal, generan malestar, mal humor, depresión cuando no ira. Y es fácil entender que sobre personalidades inestables todo ello conduzca a alteraciones mentales de importancia tanto de los adultos como de sus hijos. La crónica desatención que la salud mental ha tenido en nuestras latitudes, ésta situación sólo la lleva hacia el empeoramiento.
Como ya hemos escrito[i], el resultado es un creciente colectivo de pobres, gordos y locos.
Los responsables de la salud de los niños debemos estar en condiciones de identificar las situaciones de pobreza entre los niños a nuestro cargo: el absentismo escolar, el incumplimiento de los calendarios de revisiones pediátricas, las enfermedades asociadas a la pobreza como la ferropenia o el saturnismo (cosas de metales: una por defecto de hierro y otra por exceso de plomo), la caries extensa, las parasitosis, el impetigo recurrente, la suciedad… O algo tan simple como preguntar a quien acompañe al niño a la consulta por cuales son sus medios de vida, si tienen trabajo y que tipo.
Que luego el sistema de protección social sea lo suficientemente eficaz es, evidentemente, harina de un costal diferente.