Archive for mayo 2015
Ayuntamientos, cada cuatro años
Este lunes de Pascua granada, una celebración religiosa que con todo el simbolismo del conocimiento de las lenguas, ha perdido significado e importancia en todas partes (menos en Almonte), es el lunes de la resaca electoral de los gobiernos locales. Son esas elecciones que se celebran puntualmente cada cuatro años (las otras tienen calendarios variables) y, como todo al mundo afirma y conoce, son las que dilucidan quien tiene el poder en las administraciones más próximas a los ciudadanos.
A pesar de ello, los vaivenes de la política de los ámbitos nacionales e incluso supranacionales no son ajenos a la realidad local. Los grandes partidos ejercen su función y, a menudo, imponen su fuerza alineando por ideologías las propuestas electorales.
Sin pretender hacer un análisis postelectoral que, desde aquí, parece que no nos corresponde, sí que podemos notar que en esta ocasión en el conjunto de España se percibe una cambio notable hacia posiciones más sensibles a los tremendos problemas de toda índole que sufre nuestra población: el desempleo, la pérdida de poder adquisitivo, la pobreza, los deshaucios, la marginación, la inmigración desprotegida o los recortes en sanidad, educación y ayudas sociales. Y cuando decimos problemas es porque lo son, sin entrar a considerar en profundidad las causas políticas, económicas o ideológicas que subyacen en su raíz. Hay otros problemas graves como la crisis financiera, la deuda exterior, los conflictos identitarios nacionales o las discrepancias ideológicas en materia de la vida reproductiva o la estructura familiar. Pero estos no tocan la vida diaria de las gentes, ni su solución se encuentra en las políticas municipales.
El cambio hacia opciones políticas que son, al menos nominalmente, más sensibles al día a día y al bienestar es saludable. Luego se verá si la repercusión es o no algo que se note.
Los pediatra sociales lo llevamos en nuestro apellido. De manera que cualquier avance en políticas sociales desde las administraciones más próximas nos merece atención, observación activa y crítica y, sobre todo debe estimularnos en la continuada defensa de derechos de niños y familias por su salud y bienestar sin exclusiones.
Con los mejores deseos para la nueva legislatura municipal.
X. Allué (Editor)
Teléfonos móviles y niños
La dirección de la Policía española ha propuesto un contrato entre padres e hijos para el uso de teléfonos móviles y otros dispositivos por parte de los menores. Este encomiable esfuerzo se origina desde lo que es una de las funciones de las fuerzas de seguridad e general y la policía en particular: la prevención y persecución del delito. Puede parecer una obviedad pero cada nuevo avance en la tecnología determina que el uso espúreo de tales avances pueda dar lugar a actuaciones ilegales y delictivas que perjudiquen a la ciudadanía.
Que los menores deben ser objeto de una protección especial, aunque como ya hemos comentado en otra ocasión no aparezca contemplado en la Constitución Española, es un esfuerzo colectivo y una responsabilidad de todos.
Pero en esta ocasión me parece que la Policía se ha visto influenciada por ese otro componente de la justicia que son los abogados. Y, de ellos, el contingente más numeroso que son los dedicados al derecho mercantil. Y así, lo que se les ha ocurrido es elaborar un contrato, como si el uso de dispositivos de comunicación individual fuese una actividad que pudiese comprometerse por encima de la real y libérrima voluntad del usuario. Aparte de la dificultad para ejecutar el contrato en el caso de incumplimiento, me parece un formalismo de escasa eficacia. Hubo un tiempo en que los contratos se firmaban con un apretón de manos, con una mirada de aquiescencia, con un gesto o, como los contratos matrimoniales, con un simple «Sí quiero». Que las compañías de telecomunicaciones te presenten con contratos con varias páginas de cláusulas a mi sólo me despiertan la sospecha de que no se fían de mi o que, muy probablemente, pretenden ocultar vergüenzas. De poca vergüenza, vamos.
Me da como si, una vez firmado el contrato, se produzca alguna situación indeseable y que ésta se lleve al conocimiento de la policía, ésta saque el contrato a relucir y justifique actuaciones (o la falta de éstas) en el incumplimiento del contrato.
Cierto es que, especialmente en la parte final del acuerdo, el texto tiene más componentes de «manual de uso» que otra cosa. Pero si tememos que los menores puedan hacer un uso inadecuado de los dispositivos de comunicación tenemos otros caminos y debemos considerar las realidades.
Padres y educadores tardaron en darse cuenta que las consolas de juegos de tercera generación se podían conectar a la Internet en cualquier estación de WiFi, y con ello permitir el acceso a todo el universo de las comunicaciones.
El buen uso es y será fruto de la educación en general, como es el uso de cualquier otra tecnología, desde las bicicletas a los sprays de pintura. Y la educación es un esfuerzo continuado, de cada día y cada noche, los fines de semana y las vacaciones. No puede esperarse que un acontecimiento puntual como la firma de un contrato o acuerdo vaya a tener efectos continuados. Una buena parte será el ejemplo: si los hijos nos ven utilizar el móvil o el WhatsApp para majaderías, para hablar a gritos en un medio de transporte, para interrumpir conversaciones o para ocupar un sitio al lado de la cuchara en la mesa del comedor, es muy probable que acaben haciendo algo parecido. O peor.
Algo parecido pasa con el ordenador conectado a la Internet. Hay que estar muy seguro de no haber entrado nunca en una página porno, en una canal de apuestas o haber hecho una descarga ilegal gratuita, para pretender que los niños hagan algo distinto. Más o menos aquello de «haz lo que digo, no hagas lo que hago…» no vale. Sin ánimo de molestar:
De los médicos haz caso de lo que hacen, no de lo que dicen
De los curas haz caso de lo que dicen, no de lo que hacen
Y de los abogados, de los políticos y, también, de los policías, ni lo que dicen ni lo que hacen…
Los niños no son como los ordenadores, que hacen lo que les dices, no siempre coincidiendo con lo que quieres que hagan, así de simplones. Los niños tiene su capacidad de análisis y su libertad de ejecución, dentro de los límites de que dispongan. Gestionar esos límites es la clave.
X. Allué (Editor)
Niños felices
Quartz es la publicación de noticias del mundo de los negocios de Atlantic Media lanzada en 2012. En una noticia publicada en 2012, The Guardian la describe: «Quartz es una operación bastante ligera, con sede en Nueva York y dirigido por Kevin Delaney , un ex jefe de redacción del Wall Street Journal. la mayor parte de sus redactores proceden de otras publicaciones prestigiosas como Bloomberg, The Wall Street Journal, The Economist, y The New York Times. Hace un par de días publica la referencia de un estudio realizado en 53.000 niños de una quincena de paises llevado a cabo por la Jacobs Foundation. El estudio les lleva a decir que la mayoría de los niños son felices, cualquiera que sea su situación y lo contrasta con la posesión de bienes materiales. Al parecer los bienes materiales no hacen la felicidad, como dice la conocida frase. Aunque la vuelta, de que ayuda, también acaba por ajustarse a la realidad.
Reconozco la dificultad de definir que es la felicidad en general y, aún más, qué es la felicidad para un niño. En los Estados Unidos incluyeron la búsqueda de la felicidad como uno de los derechos fundamentales en su Declaración de la independencia, equiparada con el derecho a la vida y a la libertad. No es exactamente lo mismo que el derecho a ser felices, posiblemente porque la verdadera felicidad está en la búsqueda.
El antropólogo que llevo dentro me indica que, como con tantas otras cosas, la felicidad es un concepto con una enorme carga cultural. Cada cultura va a tener una visión propia de la felicidad. De ahí que hacer un estudio comparativo multinacional, siendo un esfuerzo más o menos encomiable, muy probablemente yerra el tiro y difícilmente va a poder establecer criterios objetivos. Seguro que el psicólogo que tengo sentado al lado me indicaría algo parecido: las diferencias con que las distintas personalidades entienden y aceptan lo que les depara la vida.
Relacionarlo con aspectos puramente materiales como ropa buena, televisión o un automóvil en la familia, parece mucho más disparatado, aunque eso sea lo que la revista Quartz destaca en su noticia. Y es que, claro, se trata de una revista de negocios.
Por eso, quien quiera entender algo, mejor que se lea las 150 páginas del estudio enlazado más arriba de la Fundación Jacobs, que abarca muchos otros aspectos del bienestar de los niños, que es algo diferente y probablemente más concreto que su felicidad.
En cualquier caso, los que nos ocupamos de los niños sí que tenemos la obligación perseguir, de buscar la felicidad de los niños por todos los medios a nuestro alcance.
X. Allué (Editor)
XXII Congreso de la SEPS y I Congreso Internacional Iberoamericano de Pediatría Social
Hoy empieza el XXII Congreso de la Sociedad Española de Pediatría Social en Almería, conjuntamente con el I Congreso Internacional Iberoamericano de Pediatría Social, que tiende un puente sobre el Atlántico.
Ya lo iremos contando.
X. Allué (Editor)
No crezcas, es una trampa
La frase que aparece aquí al lado y que traduce el titular es una de esas ocurrencias que solemos ver impresas en las camisetas de manga corta (t-shirt) o en forma de graffiti por las paredes. Graciosas. Simples. Intencionadas. Provocativas.
Ésta parece dirigida directamente a los niños y entra en colisión con los deseos de todos los padres y de una notable mayoría de los niños: todos quieren que los niños crezcan.
También los pediatras, aunque y al menos oficialmente, los pediatras siempre se refieren conjuntamente al crecimiento y el desarrollo, por esa responsabilidad global sobre los niños que tenemos asignada.
Unos y otros realizamos esfuerzos notables para garantizar el crecimiento de los niños. Algunos de forma profesional y dedicada, a controlarlo en sus magnitudes físicas. En los textos clásicos de la Pediatría social, una buena parte se dedicaba a lo que se conoce como Auxología, la ciencia del crecimiento humano. Es una ciencia relativamente reciente, introducido el término por Paul Godin (1860-1942), un médico francés que publicó una artículo seminal allá por el año 1919. La Auxología como ciencia tiene sus orígenes en la antropometría, utilizada desde el Renacimiento para determinar cánones de figura humana más por motivos estéticos que biológicos o médicos.
Las tablas de crecimiento, el producto auxológico estrella, son un instrumento de uso común en consultas pediátricas. Conviene recordar, sin embargo, que su uso principal es para el seguimiento de cada niño y no tanto para compararlo con otros: la actual diversidad de nuestra sociedad hace de las tablas de crecimiento un instrumento inestable e inexacto. Y ello a pesar de algunos esfuerzos, a nuestro entender algo racistas, de elaborar tablas de crecimiento para distintas poblaciones étnicamente consideradas como singulares. No compartimos el interés de algunos profesionales que trabajan en el ámbito de la adopción transnacional (remarcamos el término: transnacional. Internacional sería si los niños fueses de allí para acá y de acá para allá, cosa que no sucede) por disponer de gráficas de crecimiento de kazajos, nicaragüenses o congoleños, como si la nacionalidad coincidiese con la etnia.
En cualquier caso, las desviaciones del crecimiento deben evaluarse en cada niño comparado consigo mismo. Pero tampoco hay que obsesionarse. Generalmente se aceptan mejor las desviaciones por exceso que por defecto, aunque ambas pueden producir angustia a los padres. No sé que pensaban los papás de Pau y Marc Gasol en su nativo Sant Boi cuando sus niños dieron el estirón, aunque ahora seguro que están encantados.
Pero no todos los niños quieren crecer y hasta es posible que algunos quieran sortear ese destino manifiesto, aparte de Peter Pan. Y es que llegar a adulto es una meta elusiva, engañosa y, como dice el graffiti, llena de trampas. Como cualquier adulto sabe y conoce, ¿no?
De ahí que si queremos lo mejor para los niños, además de ayudarles a crecer debemos, por lo menos, no engañarles. Enseñarles la realidad y ofrecerles los recursos para afrontarla. Otra cosa sería cambiar la realidad, pero eso ya es harina de un costal diferente.
X. Allué (Editor)