Archive for agosto 2015
Las paperas de Neymar
Una de fútbol. Parecería sino que estamos fuera del mundo. Justo acaba de empezar la liga española y se han repartido los calendarios de Champions y UEFA recuperando los aficionados del letargo estival.
Ha sido en medio de ese letargo, cuando las noticias escasean, que ha saltado a los medios de comunicción que el delantero del Barça Neymar estaba de baja por paperas.
Efectivamente, Neymar da Silva Santos Júnior, más conocido como Neymar Jr. (Mogi das Cruzes, São Paulo, Brasil; 5 de febrero de 1992), es un futbolista que juega como extremo en el F.C. Barcelona, a quien el pasado 9 de agosto le fue diagnosticada una parotiditis que le ha mantenido fuera de los terrenos de juego hasta este sábado 28. Los medios insisten en que Neymar había recibido por lo menos una dosis de vacuna antiparotiditis en su infancia. Aparentemente la información parte de su familia y no hay porqué dudarlo.
La parotiditis en el adulto es un mal asunto. Puedo testificarlo en persona puesto que una infección por el virus cuando tenía 29 años me llevó a la UCI con una afectación multiorgánica que me puso en una difícil situación, aunque y afortunadamente lo superé sin secuelas. Y no, no me recuperé en veinte días como Neymar. Es posible que la dosis de vacuna recibida haya atenuado la sintomatología o que, simplemente, su afectación haya sido de menor intensidad. Pero en cualquier caso, el costo de las paperas de Neymar ha sido considerable. Veinte dias de baja de un jugador que gana más de 20 millones al año son una pasta, como se dice vulgarmente. Algunos aficionados es posible que lleguen a contabilizar en ese “debe” la Supercopa que perdieron ante el Athletic de Bilbao.
Este puede muy bien ser el argumento número cinco mil a favor de las vacunaciones y, también, a la revacunación con la Triple Vírica a los 4-6 años como actualmente se recomienda. No vaya a ser que la próxima estrella del Barça en la temporada 2030-2031 vea interrumpida su trayectoria por unas paperas. (Y ustedes que lo vean…)
X. Allué (Editor)
El sueño de los niños
Hace casi tres años que no nos hemos referido al sueño de los niños. Algo que ocupa casi la mitad del tiempo infantil merece más atención, como reclamábamos en el texto de diciembre de 2013.
La Academia Americana de Pediatría nos recuerda de nuevo la importancia del sueño y su relación con la salud mental. Es cierto que ahora dormimos menos que nuestro abuelos y, sobre todo, los niños mayorcitos y los adolescentes durante los meses vacacionales se van a la cama tarde.
El actual sistema de horarios lo hace difícil pero conviene recordar que la siesta no es un invento para vagos, sino un excelente método de regeneración neuronal.
Que descanséis. Buenas noches.
X. Allué (Editor)
La actual matanza de los inocentes
La frecuencia con la que se repiten las noticias de la muerte de niños a manos de sus progenitores les va haciendo perder importancia y eco social. Una buena parte se suma a la tremenda matanza de mujeres en esta parte del mundo:
El verano deja 17 mujeres y 8 niños muertos por violencia doméstica
Como dice un “twit” reciente: no son sólo números, son mujeres asesinadas, en lo que va de siglo:
Año 2001: 71
Año 2002: 74
Año 2003: 94
Año 2004: 93
Año 2005: 72
Año 2006: 92
Año 2007: 83
Año 2008: 69
Año 2009: 58
Año 2010: 76
Año 2011: 66
Año 2012: 53
Año 2013: 56
Año 2014: 48
Para este año 2015 ya llevamos 34.
El discreto descenso del último trienio no vale más que para angustiarse un poco menos. A las muertas no les sirve de nada. Ni a sus hijos.
X. Allué (Editor)
Cannabis
Hasta que punto el consumo de cannabis es un problema de Pediatría social está, como tantos otros temas, abierto a debate. No es tanto que haya informaciones contradictorias, sino que , y lamentablemente, mucha argumentación está revestida de patrones ideológicos con soporte científico diverso. El soporte científico es, por definición, contradictorio. De no ser así sería cuestión de fe y eso, no es científico.
De la multitud de substancias cuyo consumo parece ser exclusivamente recreativo y en la sociedad occidental, se acostumbra a adoptar actitudes maniqueístas de: esto es bueno/esto es malo, sin demasiada reflexión y centrándose en legislaciones restrictivas que, originalmente, son de base administrativa. Me explico: unas substancias son legales porque su producción y comercialización están sometidas a impuestos o tasas, y otras no los son por ese mismo motivo. La legalización es puramente recaudatoria y poco tiene que ver con que los efectos de tales substancias sobre la salud.
No es menos cierto que la condición de legal o ilegal de una u otra substancia no modifica los efectos sobre la salud física de los que las consumen, mientras que el tráfico de las substancia ilegalizadas es determinante de conocidísimos efectos negativos sociales, especialmente de violencia delictiva. Desde Al Capone hasta los “cárteles” mexicanos, el tráfico de substancias está en la raíz de tremendos acontecimientos violentos y muertes.
Tampoco cabe en la racionalidad científica la artificiosa condición de “drogas blandas” y “drogas duras” adscrita a la intensidad del fenómeno adictivo, cuya base no es simplemente farmacológica.
Estas reflexiones quedan, por supuesto, abiertas a discusión, pero y en cualquier caso permiten inferir que el problema general de las substancias ilegales es notablemente complejo. Y que su significado en la salud de los niños, preferiblemente de los adolescentes, debe ser objeto de ocupación y desarrollo de criterios sociales y clínicos para los profesionales que se ocupan de los niños.
Hay que informarse, reflexionar y elaborar criterios propios coherentes.
Yendo de lo general a lo más concreto traemos hoy a discusión una publicación reciente de la revista Psychology of Addictive Behaviors sobre el uso crónico de marihuana por parte de adolescentes como factor de riesgo de problemas de salud física y mental de adultos jóvenes. Se trata de un estudio amplio y bien diseñado que compara diferentes grupos de jóvenes y que viene a demostrar que no se encuentran diferencias significativas en la salud física y mental entre grupos de jóvenes que usan poco a nada marihuana y otros que la consumen crónicamente en diferentes momentos de la adolescencia y primera edad adulta. Al tiempo que demanda precaución en la interpretación de los resultados, la escasa diferencia entre los diferentes grupos, salvados otros condicionantes, cuestiona la idea de una efectos deletéreos del consumo de cannabis entre los jóvenes. Vale la pena repasar los comentarios que al artículo ofrece en Medscape Megan Brooks (Teen Marijuana Use Not Harmful?) cuando llama la atención sobre el hecho de que este estudio pone de manifiesto las limitaciones de estudios previos con conclusiones más discutibles.
Por tanto hay que liberarse de prejuicios y mantener una visión muy crítica ante cualquier suposición que no esté suficientemente substanciada si de verdad queremos ayudar a nuestros jóvenes y sus familias.
X. Allué (Editor)
Lecturas adicionales: La construccion social del problema de la droga
Seis de 600
Seis entradas que igual no has tenido oportunidad de leer, de las 6oo publicadas en este blog:
Lactancia materna. El texto de la OMS
La sostenibilidad de la asistencia sanitaria
La homosexualidad no es una enfermedad
Familias monoparentales/hogares monoparentales
X. Allué (Editor)
¿Quieres más a papá o a mamá?
Mis editores siempre insistieron en que en los titulares nunca debe haber signos de interrogación. No se puede plantear una pregunta y luego intentar contestarla en el texto, entre otras cosas, porque las preguntas admiten multitud de respuestas y es más que probable que el lector encuentre alguna distinta de la que aporte el texto. Es presuntuoso y, en general poco eficaz, por más interesante que sea la pregunta.
Pero, en este caso no se trata de una pregunta para responder dialécticamente. Es la pregunta perversa, clásica, de un adulto a un niño, cargada de malas intenciones, confusa y agresiva. Las preferencias son injustas. Es una pregunta que no debe hacerse.
Recuerdo que, de niño, una broma recurrente en el ámbito de una numerosísima familia, con múltiples tías y primos, con largas veladas de juegos y chanzas, que la pregunta se hacía como “¿A quien quieres más: a papá, a mamá o a ayayaiii?”, acompañada de un fuerte pellizco en cualquier parte de la anatomía. La respuesta solía ser un alarido de dolor: ¡Ayayaiiii!! que provocaba la hilaridad de los otros concurrentes: “quieres más a ayayaii”…
Pero el motivo de esta entrada es el ángulo inverso. ¿Se le puede preguntar a una madre “¿A quien quieres más a tu hija estupenda y superperfecta de 9 años o a tu hijo trasto de 4 que no hace una a derechas?”. Bueno, pues tampoco.
Sin embargo, a veces puede surgir espontáneamente en una conversación o en la consulta. Hace pocos días al preguntar a una madre, profesional competente y emocionalmente, a mi juicio, una persona equilibrada, por sus hijos, me ofreció su opinión con una notable diferencia en la apreciación. No es que fuera algo como que mi niña es muy buena y mi niño es más malo que un dolor, pero se le acercaba bastante. Le faltaron segundos para morderse el labio, sonrojarse, excusarse y añadir que no era eso lo que quería decir.
Evidentemente que no entra en cuestión el enorme cariño que esta madre, como todas (o, para ser justos, digamos que casi todas) siente con igualdad hacia sus hijos. Ni que existan preferencias de consideración en su trato o educación. Pero la espontaneidad de la respuesta pone de manifiesto lo traidor que es nuestro subconsciente, y ¡maldito sea Freud!
Los hijos no son todos iguales. No lo son por el momento en que llegan, por el orden, por el sexo y un millón de detalles más que, además evolucionan con la edad. Es común oír eso de que los niños de pequeños están para comérselos y que cuando llegan a la adolescencia te arrepientes de no habértelos comido. Y la vida aporta mil aventuras y desventuras que configuran la relación de las madres con sus hijos. naturalmente eso puede conducir a preferencias, explícitas u ocultas, mayoritariamente n a t u r a l e s.
No se debe preguntar a que hijo prefiere una madre. Pero un buen profesional, de la pediatría, del trabajo social o de la enseñanza que entreviste madres, aparte de preguntar cómo está el niño, si come, si va bien en el cole, si se porta bien o si crece y se desarrolla como sea esperable, debe reservar un momento para inquirir de la madre un “¿que clase de vida le dan sus hijos?” o “¿cómo lo lleva usted?”. Porque madres y niños son inseparables en la consulta del pediatra social y tan importante es la salud del niño como la de su entorno. Y si se da oportunidad, puede obtenerse información valiosa, relevante y, a veces, crucial para entender la realidad.
(Ah! y donde digo madre puedo igualmente decir padre o quien quiera que se ocupe de los niños)
X. Allué (Editor)