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La ontogenia del lenguaje

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El lenguaje es un determinante de la socialización. El pediatra o los que se ocupan de los niños en otros ámbitos deben familiarizarse con lo que representa el lenguaje, tanto en la evolución del desarrollo de los niños y sus posibles defectos o deficiencias, como en la parte del lenguaje que es el medio de comunicación con padres y niños. No es necesario que se conviertan en especialistas en sociolingüística para reconocer que es a través del lenguaje que se pueden conocer las situaciones diversas que envuelven al niño y su desarrollo.

En la historia de la humanidad, la aparición del lenguaje, los paleontólogos lo limitan a la aparición de la especie Homo sapiens, cuando la evolución anatómica de la laringe permite la articulación del lenguaje, la fonación articulada. Más o menos hace 50.000 años que los sonidos emitidos permitieron incrementar el paisaje de la comunicación. Al lado queda la disquisición de si la palabra precedió a la idea y solo el lenguaje da paso al raciocinio, porque no queda nadie nos lo vaya a explicar. Y así, sucesivamente, la evolución del lenguaje hablado al escrito, que permite el registro y la repetición, ya sean jeroglíficos, demóticos o letras encadenadas, hasta ahora.

Por en medio quedan los lenguajes de signos, como el de los indios norteamericanos, que solo vemos en los «westerns». Y como si fuese un viaje de ida y vuelta, la mensajería digital a través de los actuales teléfonos móviles nos lleva de nuevo al uso de emoticonos y emojis para matizar textos o contextualizarlos. Y también por la economía del lenguaje, premisa siempre necesaria.

Para más detalles, consultar a Noam Chomsky.

En este blog nos hemos referido en varias ocasiones al lenguaje (https://pedsocial.wordpress.com/2015/06/22/lenguas-y-lenguajes/) y a alguna parte de sus trastornos (https://pedsocial.wordpress.com/2018/11/19/los-trastornos-de-la-comunicacion/), que recomendamos su relectura.

Y aprovechamos una vez más para defender los plurilingüismos frente la opresiva dominación de unas lenguas sobre otras. La diversidad lingüística es una riqueza. Quizá la UNESCO debería declarar TODAS las lenguas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Menospreciar las lenguas, los idiomas minoritarios es una falta de lesa humanidad y, además en muchas circunstancias, una estupidez.

No hay lenguas mejores ni más «ricas». Las hay más dominantes por razones culturales y, sobre todo, políticas. Tampoco es cierto que el español se escribe como se habla, y los ejemplos abundan, sobre todo cuando hay más de un centenar de formas dialectales de la lengua española.

Tenedlo en cuenta, sobre todo al evaluar el desarrollo del lenguaje en los niños.

X. Allué (Editor)

 

 

 

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16 septiembre 2019 at 13:21

Los trastornos de la comunicación

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En el mundo de la Pediatría social, la comunicación entre personas es un importantísimo factor al considerar la normalidad y el desarrollo infantil adecuado. De los diferentes problemas que pueden plantearse en la atención pediátrica el tema del lenguaje y sus trastornos reviste especiales dificultades. La percepción de su existencia puede retrasarse o incluso pasar inadvertida durante años y, muy probablemente, son los retos de la escolarización y, por tanto, de la socialización del niño fuera del ámbito familiar los que ayudan a ponerlos de manifiesto.

En un intercambio de pareceres en una red social (Twitter) con un prestigioso profesional aparecía esta afiirmación: «Sólo hay 5 inventos humanos que han tomado una topografía cerebral: lenguaje, lectura, escritura, cálculo, orientación derecha-izquierda. El primero es el único que viene de manera innata y el único, por tanto, «patologizable» en el desarrollo…»

A eso respondía yo: «Discrepo: el lenguaje articulado no viene de manera innata. Se aprende de quienes te crían. (Trazán sólo emitiria ladridos de mono. Nada de «Yo Trazán, tu Chita» y hablar en infinitivos) TODO es patologizable» 

El DSM-V Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales incluye como TRASTORNOS DE LA COMUNICACIÓN (58) F80, unos cuantos diagnósticos: 1 Trastorno del lenguaje expresivo (58) F80.2 Trastorno mixto del lenguaje receptivo-expresivo (61) F80.0 Trastorno fonológico (64) F98.5 Tartamudeo (66) F80.9 Trastorno de la comunicación no especificado (69)

Conviene repasar las definiciones, las características y las consideraciones que se ofrecen en el DSM-V para diferenciarlos de otros trastornos como los del Espectro Autista o los retrasos mentales de otra índole. Y en caso de dudas propiciar una consulta temprana con los especialistas, esencialmente neuropediatras y psiquiatras infantiles. Todo ello después de descartar las causas clínicas como la hipoacusia y otras.

La única discrepancia es la anotación referida a la situación de estos trastorno asociada al bilingüismo que se menciona en un par de ocasiones en texto del DSM-V. Hay que recordar que el texto de la American Academy of Psychiatry se origina y redacta en los Estados Unidos de América donde todavía se entiende que el bilingüismo no es una ventaja, un don, sino una complicación. Es curioso que un país que se ha creado con las aportaciones de cientos de millones de emigrantes retenga el monolingüismo en inglés y menosprecie cualquier otro idioma. Sólo en los últimos años, el enorme influjo de la inmigración hispanoamericana parece estar abriendo camino a un eventual bilingüismo.

A nuestro entender el bilingüismo no es un problema añadido al aprendizaje. Después de haber trabajado en cinco países distintos y todos ellos, como la gran mayoria de los países del mundo con más de una lengua oficial, no puedo recordar ni un solo caso en el que el biingüismo haya sido un factor que complique los trastornos de la comunicación o que haya determinado un retraso académico significativo. Y eso tal y como hemos comentado varias veces en este blog. El estado español, con cuatro (o cinco si se cuenta el aranés) lenguas cooficiales es un buen banco de pruebas.

X. Allué (Editor)

(NOTA: como curiosidad parte de mi experiencia con más de una lengua oficial se incluye una larga estancia en el estado de Oklahoma, en el sudoeste americano, donde las lenguas oficiales son el inglés, por descontado, y el cherokee, que se habla en la mitad este del estado, donde letreros y señales de tráfico están escritas en ese idioma nativo americano,)

 

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19 noviembre 2018 at 20:57

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Vocabulario médico/vocabulario social

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¿Qué querrá decir?Que hablando se entiende la gente sólo es cierto cuando hablan el mismo idioma, aunque el lenguaje gestual ayude. La distancia que separa el lenguaje de los médicos del de la gente, aún en el mismo idioma es notable. Oscar Wilde decía, refiriéndose a la lengua inglesa y sus diferencias a uno y otro lado del Atlántico, que el Reino Unido y los Estados Unidos eran dos países separados por un idioma común. (En los años 30 lo consagraron Ginger y Fred con la pieza de George & Ira Gerswin «Lets call the whole thing off»).

Ya hemos comentado sobre la competencia cultural principalmente cuando la distancia de idioma y cultura es notable por la diferente procedencia o nacionalidad de los interlocutores. Pero incluso cuando se comparte idioma y, supuestamente, cultura, no siempre se hacen esfuerzos para salvar las distancias. ya hemos insistido en que la cultura de los médicos, el conjunto de conocimientos, experiencias, lenguaje e historia que constituyen una cultura, no siempre va a coincidir. Lo escribimos en el ya antiguo texto sobre Urgencias, sobre el papel de bisagra entre la gente y el mundo sanitario.

Al lenguaje hay que añadir el conocimiento, la terminología, el valor que se da a los tiempos y a los espacios, la realidad distinta o las prioridades.

Centrándonos en el vocabulario me continúa sorprendiendo como afamados y eficaces médicos se mantiene atrincherados en el vocabulario médico cuando se dirigen a sus pacientes y, sobre todo, cuando escriben sus informes. Notable es el de los informes de los especialistas, los de los informes complementarios de imagen o procedimientos, que se redactan para facultativos pero se acaban entregando a los propios pacientes.

Los substantivos ya generan un problema por el empleo generalizado de términos de origen grecolatino. Los ejemplos abundan y la intención de hablar con precisión no excluye la necesaria vulgarización. Llama la atención que el esfuerzo que hacemos los médicos de traducir a terminología médica la información que nos aporta el paciente–nos dicen que les duele la tripa y escribimos «abdominalgia»–no lo revertimos cuando explicamos al paciente nuestro diagnóstico y recomendaciones en términos vulgares. Aún así, un diccionario puede resolver dudas.

Algo peor son los adjetivos porque como forman parte del lenguaje común, el significado que le adjudican unos y otros puede esconder distancias a menudo insalvables. Poco o mucho, fuerte o flojo, grave o leve dependen de desde donde se mire. O los adverbios: antes o después, pronto o tarde, también y tampoco, cerca o lejos, etc. que no siempre quieren decir lo mismo para todo el mundo

La filología o la semiología no forman parte de la formación de los médicos, pero no estaría de más que unas pocas lecciones de comunicación se incluyeran en el currículo del primer curso. Luego ya va a ser tarde.

Cuando se atiende a los niños además hay que tener en cuenta que el protagonista de la atención suele estar allí presente y no se le debe ignorar. Ven y oyen, y entienden lo que pueden. Hay que dirigirse a ellos con términos simples pero que confieran confianza en que nos estamos ocupando de ellos y su bienestar.

X. Allué (Editor)

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16 marzo 2015 at 11:24

El TDA-H y su generalización en el lenguaje

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TDA-HPara muchos observadores el Trastorno de Déficit de Atención, con o sin Hiperactividad se ha convertido en un tema «de moda». Como tantos otros términos biomédicos que adquieren vida propia, se incorpora al lenguaje con significados más allá del propio de un diagnóstico clínico. El lenguaje médico está sirviendo de comodín para expresiones de la vida diaria y, especialmente, para el lenguaje que utilizan los medios de comunicación, siempre en busca de un vocabulario nuevo o impactante. Los ejemplos abundan, y especialmente los términos de diagnóstico psiquiátrico al ser representativos de conductas. Así se adscriben a grupos sociales, comunidades, países o situaciones que pueden «estar en coma», «deprimidos», «histéricos», o tener comportamientos «bipolares». La bolsa, los mercados, la situación económica adquieren vida biológica propia cuando se le asignan adjetivos o categorías clínicas.

El TDA-H es una de las más recientes incorporaciones al diagnóstico psicosocial. Un amigo, cuya mujer es un profesional de la enseñanza me comentaba, ante el comportamiento más reciente de ella, que parecía que se «había contagiado de los niños con TDA-H que tenía en el colegio»…

Un consultor de productividad en los negocios publica en su blog que «su organización tiene TDA-H» al tiempo que ofrece las características diagnósticas del TDA-H en las organizaciones y las implicaciones de tal diagnóstico.

Ello puede no ser ni bueno ni malo y todo el mundo es muy libre de incorporar metáforas en su discurso y tomarlas de donde le acomode. La medicina o los enfermos no se van a alterar ni a padecer por el libre uso del lenguaje biomédico en otros ámbitos. Es más, la popularización de categorías diagnósticas puede servir para su reconocimiento y representación social y con ello contribuir a ganar atención e, incluso, la movilización de recursos sociales, clínicos y hasta económicos para su tratamiento. Los males desconocidos, no reconocidos ni identificados tienen mal remedio. De ahí las campañas de sensibilización contra la enfermedades más agresivas y el recordatorio anual en los «Dias Mundiales» de numerosas enfermedades.

Pero en el caso del TDA-H me temo que un exceso de banalización, también en parte incrementado por el sobrediagnóstico del trastorno no va a ayudar mucho a los niños que lo padecen ni a las familias que lo sufren ni a los educadores que tienen que lidiar con ello en las aulas.

Es de antiguo que defectos o condiciones han pasado de diagnóstico, aunque fuese simplemente el social, a categorías de insulto: tonto, retardado, imbécil, mongólico, son sólo ejemplos. Hiperactivo puede también llevar ese camino.

Mientras, conviene que seamos lo más preciso posible en el lenguaje y lo más ajustado en la asignación diagnóstica en algo como el TDA-H, cuya existencia es innegable, pero cuya prevalencia estadística es objeto de controversia y, aún peor, a veces ni están todos los que son ni son todos los que están.

X. Allué (Editor)

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15 mayo 2014 at 18:46

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México lindo

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mexicoLeopoldo Vega Franco es el editor de la Revista Mexicana de Pediatría, que inicia cada número con un editorial. Desde este rincón apreciamos su peculiar estilo, caracterizado por una intensidad y entusiasmo por la salud de los niños notable.

Sorprende a la vez las temáticas y el lenguaje transatlántico. Invito a quien lo lea que haga el esfuerzo de «oír» los textos con el característico acento mexicano porque le añade calidad… y calidez.

Aunque a veces se justifica afirmando que los editoriales deben introducir a los contenidos de cada número de la revista, suele viajar por diferentes paisajes culturales para regresar, siempre, al compromiso con la crianza y la salud de los niños y las responsabilidades de los pediatras. O, en algunos caso, para exhortarles a escribir bien y huir del lucro comercial.

No son malas recomendaciones en este ámbito donde el manoseo del lenguaje y el recurso a extranjerismos plagan la literatura biomédica hasta hacerla ininteligible. A los extranjerismos también se les llama «barbarismos», que etimológicamente quiere decir lo mismo. Lo malo es cuando sólo son realmente barbaridades. El uso de vocablos ingleses ha venido a substituir a los «latinajos» de cuando el latín era la lingua franca de los ámbitos doctos. En ambos casos, y lamentablemente, el uso no era tanto de dar uniformidad al conocimiento sino substraerlo de la gente de la calle, de los pacientes, para dar una apariencia científica a lo que, a menudo, sólo ocultaba ignorancia y venalidad.

Lo del comercialismo de la profesión es harina de un costal diferente. Las mermas en los emolumentos de los profesionales que está causando el actual estado de la economía y, más concretamente, los recortes de los gobiernos en los presupuestos sanitarios, van a empujar naturalmente a «buscarse la vida» a los facultativos. Eso es perfectamente legítimo mientras no sea a expensas de deterioros en la dedicación. Como dice el Dr. Vega, «que en su práctica diaria como pediatra no se haga acompañar por el dios Mercurio: dios de los comerciantes«. Por el bien de los niños.

X. Allué (editor)

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7 abril 2014 at 4:04

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