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Los malos tratos conducen a la pobreza en la vida adulta

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imgresEsa es la afirmación que se deduce del artículo de Snehal M. Pinto Pereira, PhD, Leah Li, PhD, Chris Power, PhD del Great Ormond Street Institute for Child Health de Londres (http://pediatrics.aappublications.org/content/pediatrics/early/2016/12/15/peds.2016-1595.full.pdf) que publico la revista de la American Academy of Pediatrics el lunes pasado online, y que saldrá en el número de enero próximo.

Los autores examinaron el estado socioeconómico de los adultos de 8.076 personas nacidas en 1958, para ver cómo se comportaron como adultos, observando marcadores como las bajas por enfermedad de larga duración, desempleo e inseguridad financiera. De sus hallazgos se deduce que el maltrato infantil se asocia con malos resultados socioeconómicos en la mitad de la edad adulta, con un riesgo mayor para aquellos que experimentaron múltiples tipos de maltrato. Esto sugiere que el impacto del maltrato infantil persiste durante décadas y es un determinante negativo en la vida de las víctimas.

No creo que sorprenda a nadie, pero es una buena cosa que quede cientificamente demostrado. Con esta evidencia en la mano se puede instar a la justicia que sea más rigurosa con los maltratadores. Y a los responsables de la atención social a las víctimas de malos tratos a mantener su vigilancia y apoyo extendido a la vida adulta.

Los malos tratos no son sólo un episodio. Hacen daño a corto, medio y largo plazo. Y hasta, como hemos sugerido, pueden incorporarse como genes negativos en la dotación epigenética de las víctimas y, con ello, trasmitirse a las siguientes generaciones.

X. Allué (Editor)

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22 diciembre 2016 at 7:04

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El escorbuto, una patología social

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imagesEl escorbuto atrae memorias de navegantes perdidos en los mares del sur, pero hasta no hace mucho era un diagnóstico a plantearse en lactantes y niños pequeños con síntomas sugerentes. Quien esto escribe tuvo la lamentable oportunidad de todavía ver casos de escorbuto en los años 60 del siglo pasado en Barcelona: puro escorbuto carencial asociado a prácticas nutricionales erróneas por desconocimiento e incultura.

En otro tiempo, el escorbuto se nos ha planteado como diagnóstico diferencial ante hematomas subperiósticos en casos de maltrato físico infantil y, al menos en una ocasión, haber testificado ante un tribunal en un juicio en relación a ello.

Que en el país de las naranjas, en Valencia, se de un caso de escorbuto a estas alturas de la historia no deja de ser llamativo. En el número de febrero de la revista de la American Academy of Pediatrics se recoge un artículo de Isidro Vitoria y cols.: «Improper Use of a Plant-Based Vitamin C–Deficient Beverage Causes Scurvy in an Infant» http://pediatrics.aappublications.org/content/early/2016/01/15/peds.2015-2781 En este caso no se trata de una carencia fruto de la ignorancia o, como antaño de la pobreza, sino de una prescripción errónea mantenida con una cierta contumacia por parte de la familia. El uso de una leche de almendras aparece en la raíz de la carencia, que el País Valenciano también es el país de las almendras, como nos recuerdan los turrones cada Navidad.

La utilización de sucedáneos de la leche de vaca, o quizá digamos, substitutos, ha tenido un amplio desarrollo entre las sociedades occidentales y, también, en este país en los últimos años. La existencia de conocidas intolerancias a algunos componentes de la leche, como la lactosa o las proteínas, ha popularizado las bebidas a base de soja, avena y, también almendra. Esta última muy popular en forma condensada, que se fabrica en Tarragona desde los años 30 del siglo pasado(http://www.almendrina.com/castellano/index.htm) tiene múltiples usos. Los movimientos ecologistas han cabalgado sobre las intolerancias a la leche de vaca, ofreciendo el adjetivo de «natural», «vegetal» y «ecológico» a todos esos productos. Ese «eco-prestigio» debe estar en el origen de que la familia del caso mencionado mantuviesen la dieta tanto tiempo como para que el síndrome carencial se instaurase. La idea predominante es que las leches vegetales son «mas sanas» y los probióticos la llave a la fuente de la eterna juventud.

Todo ello, pues, componentes socio-culturales de la dieta y los comportamientos nutricionales de la sociedad actual. Que el diagnóstico diferencial del escorbuto incluya el maltrato físico nos acerca además a considerar que las originalidades dietéticas pueden justificarse en cualquier adulto, pero en los niños pueden muy bien ser una forma de maltrato.

X. Allué (Editor)

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21 enero 2016 at 6:57

Tipología del maltrato sexual infantil

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5_previnfad_3La Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria nos hace saber que se adhiere a la propuesta de clasificación de la «Nueva tipología de Maltrato infantil: Formas de Maltrato Sexual«, que propone la Academia Española de Sexología y Medicina Sexual, reconociendo todos y cada uno de los subtipos.

Para ello, se compromete a:

1) Informar a sus asociados de esta clasificación, a través de su página web y de las sociedades federadas.

2) Incluirla en el documento sobre el Maltrato Infantil del GT PrevInfad (https://www.aepap.org/previnfad/rec_maltrato.htm)

3) Alentar a los asociados a que acrecienten su disposición a prevenir, detectar y notificar los casos que puedan estar relacionados con estas situaciones, y a que colaboren con los organismos competentes en sus respectivas CC AA en la protección de los menores ante todas las formas de maltrato físico, emocional, sexual y negligencias.

El texto de la AESMS amplía y resume los diferentes tipos de maltrato sexual a los menores de una forma exhaustiva, llamado la atención sobre algunos tipos hasta ahora descuidados.

X. Allué (Editor)

 

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28 diciembre 2015 at 6:51

Difteria, para cuando el miedo cambie de bando

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Faringe diftéricaCuando se anuncia un caso de difteria en la población de Olot (La Garrotxa, Girona) con grave evolución e ingreso en la UCI del Hospital Vall d’Hebrón de Barcelona, se disparan todas las alarmas. Hacía treinta años que no se producía un caso. Evidentemente se trata de un niño no vacunado.

Para cuando empecé a estudiar Medicina,  la difteria en epidemia me era conocida por la novela de Luisa Forellad «Siempre en capilla», ganadora del premio Nadal de 1953. Ello incluía la polémica sobre la personalidad de la autora desatada en los círculos culturales de Barcelona en los años 50. Una epidemia de difteria a finales del siglo XIX en un suburbio de Londres y la lucha por conseguir una antitoxina configuraban una situación enormemente dramática.

La vacuna de la difteria era obligatoria en España desde 1943, el año en que yo nací. Obligatoria en el sentido de muchas otras obligaciones en un período histórico no democrático. Mi padre, pediatra, me vacunó cumplidamente a partir del verano de ese año, según pude comprobar en un, largo tiempo extraviado, calendario vacunal. Como al año siguiente me vacunó de viruela. De esto tengo el testimonio de una hermosa cicatriz ovalada todavía visible en mi brazo izquierdo. Tuve esa fortuna.

Personalmente, mi sorpresa es que los médicos que han atendido al niño hayan sido capaces de precisar el diagnóstico. Y con ella mi respeto y consideración a su agudeza diagnóstica y precisión procedimental. Creo que se puede afirmar que la inmensa mayoría de los médicos que actualmente atiende niños en este país nunca vieron un caso de difteria. Mi experiencia personal viene ligada a mi edad. Los primeros casos de difteria que tuve oportunidad de ver eran de cuando la tremenda situación de precariedad social acumulaba un considerable contingente de población en barracas en la periferia de Barcelona en los años 60 del siglo pasado. Esta población, en su mayoría procedente de zonas rurales del sur de España, tenía un estado vacunal deplorable, entre otras tremendas deficiencias sanitarias.

Los casos de difteria que vi, en el servicio de Urgencias de Pediatría del Hospital Clínico de Barcelona tuvieron una evolución variable. Recuerdo distintivamente al Dr. Gregorio Peguero llevando a cabo una traqueotomía en la sala de curas del servicio, con un notable dramatismo añadido. La traqueotomía formaba parte de los recursos terapéuticos en los casos de oclusión de la vía aérea a que conduce la infección diftérica. Me llevó un tiempo comprobar que, con una mínima habilidad, una intubación endotraqueal por la boca puede solventar el problema sin echar mano del bisturí.

Las características clínicas de la difteria están ampliamente descritas en la literatura científica y académica. Pero hace falta pensar en ella, especialmente en ausencia de una situación epidémica. El diagnóstico lo confirma un cultivo faríngeo. Hay que recordar que la faringe alberga una multitud de microrganismos que deben considerarse flora saprofita, inocua. De hecho los únicos agentes bacterianos causantes de faringitis serían, además del ubicuo Estreptococo β hemolitico tipo A, el S. viridans y el Corynebacterium difteriae, las pasteurellas (pestis y turalensis), y el gonococo. El Mycoplasma y la Bordetella pertussis son también patógenos en la garganta pero no causan faringitis.

La evolución sin tratamiento lleva a un progreso de la infección incluso más allá del istmo de las fauces con la formación de membranas purulentas que ocluyen la vía aérea. Además la miocarditis tóxica acompaña a la mayoría de los casos fatales, que no son pocos. Cuando la caída de la Unión soviética y el desmembramiento de la URSS y el desorden subsiguiente, produjo un desabastecimiento de vacunas, se desencadenó una epidemia de difteria que causó 150.000 víctimas y más de 4000 muertes.

Para tratar el caso diagnosticado en Cataluña ha hecho falta recurrir a los stocks de antitoxina diftérica disponibles en la Federación Rusa, ya que en el entorno de la Unión Europea eran inexistentes.

Quizá es hora que el miedo cambie de bando. Se da por entendido que el empleo de las vacunas en general es fruto del miedo a padecer las enfermedades prevenibles. Prevención y prevenir son conceptos que incluyen actitudes, de una forma u otra, temerosas. Pero hace siglos del «más vale prevenir que curar». Y además de valer más, es más barato. La distancia entre el coste de la vacuna, de unos pocos céntimos y los 585 euros de cada día de hospitalización, calculando por lo bajo, en una UCI pediátrica, es considerable. Quizá también sea hora de anunciar a los antivacunas que sus decisiones son muy caras y que debería ellos afrontar su coste.

Pero es que, además, hoy es el Día Mundial de los niños víctimas de agresión, 4 de junio. Y a mi mi me falta muy poco para considerar que privar a un niño de protección, de una protección eficaz como son las vacunas, es una agresión sin paliativos a sus derechos a la integridad física y a la supervivencia. No vacunar a un niño no es tratarlo bien, como a todos los demás. Es tratarlo mal: una forma de maltrato. Y eso es un delito de omisión de asistencia a un menor, perseguible de oficio.

A mi los padres antivacunas me merecen escaso respeto. Sus argumentos son erróneos y falaces, su composición social de entre las clases más privilegiadas en educación y medios económicos, sus posturas próximas al pijerío insolidario, sus principios socio-religiosos en el borde del sectarismo. Unos incoherentes que se abrochan el cinturón de seguridad de sus automóviles e instalan programas antivirus en sus ordenadores personales, pero privan a sus hijos del derecho a protegerse de males indeseables. Me va a costar muy poco al próximo padre que se manifieste antivacunas y su hijo enferme de algo evitable, llevarlo ante el juez.

X. Allué (editor)

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4 junio 2015 at 9:45

Estupidez parental

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Not her cup of teaPadres estúpidos sería un mejor titular, pero he preferido dejarlo como genérico. Y todo sea sin ánimo de ofender, aunque si quiero recordar el refranero: «El que se pica, ajos come«.

La cuestión no es que haya padres estúpidos, ni que se vuelvan estúpidos por la paternidad. Es que, como dice la Biblia, el número de los estúpidos es como el de las arenas del desierto. Hay muchos. Y no existe una forma legal de impedir que tengan hijos.

Como a cualquier otro profesional me ha tocado lidiar con la proporción de estúpidos correspondiente a mi ocupación, para mi desesperación y para la desgracia de los niños. Me los he topado de ambos sexos y del otro, de todas las edades: primerizos y veteranos, que ya es dolor. Incluso transgeneracionales cuando abuelos acompañan a la familia a la consulta, con la tremenda carga hereditaria que todo eso representa.

Debo aclarar que he tratado a todo el mundo con la mayor consideración y la mejor educación posible, me he comido mi indignación y sólo en muy escasas y extraordinarias ocasiones he actuado punitivamente contra la estupidez. Sólo cuando la salud, la integridad y posiblemente la vida del niño estaba en peligro. Por acción punitiva debe entenderse poner el caso en conocimiento del juzgado correspondiente o de los servicios sociales de protección a la infancia. Siempre me he resistido a darle un mamporro al estúpido o estúpida por más que se lo mereciese.

También debo aclarar que mi criterio de selección de estúpidos se centra en eso que se conoce como sentido común, a pesar de ser el sentido común, como dice el antropólogo Clifford Geertz, una construcción cultural. Digamos que el mío se enraíza en lo que así se entiende en las sociedades occidentales urbanas en relación con la crianza y atención de los niños. No siempre es fácil y no tengo la seguridad que fuera siempre justo. La definición que aporto de estupidez no se refiere a limitaciones básicas intelectuales como la oligofrenia o el retraso mental. Entiendo la estupidez parental como aquellos aspectos de comportamiento, de la conducta, de ausencia de criterio, coherencia, consistencia y elemental prudencia. De alejamiento de la realidad, egoísmo insustancial (e insustanciable), insensatez, tendencia a los errores repetidos y contumacia en ellos.

El anecdotario podría ser ilustrativo, pero no me atrevo a aportarlo pues, al ser diverso, podría dar lugar a interpretaciones múltiples por no haber expuesto los detalles con suficiente claridad por mi parte. Bueno, uno sólo:

Un preescolar de 18-20 meses es ingresado por unas quemaduras leves, al parecer accidentales. Al revisar la historia resulta ser el tercer ingreso por problemas traumáticos a esa corta edad. Cuando me dirijo a ver al niño me encuentro al padre en la sala de juegos de la planta jugando con el niño con un mechero de gas, encendiéndolo con la llama al máximo. Tras reprenderlo mínimamente, inquiero por el origen de las quemaduras motivo del ingreso y el personaje me explica que al niño lo ha quemado la madre que fuma mucho y que justo en ese momento ha salido a fumar al pasillo. Entra la dama, una «barbie» con todas la pinturas de guerra, quien al hacerle notar los riesgos repetidos responde que el niño es suyo y que ellos hacen lo que quieren con él.
Al juez. Les retiran la patria potestad y se inicia un procedimiento judicial.
A la mañana siguiente me anuncian la presencia de un señor (un señor muy señor, dice la administrativa) que quiere verme. Este tercer personaje, un prestigioso abogado local, elegantemente vestido con un terno de raya diplomática y portando un carterón, se identifica como el abuelo paterno del niño y en la misma frase incluye ese consabido «…y usted no sabe con quien está hablando…«

 

Supongo que a esta altura del relato alguno puede preguntarse por cual de las ventanas del hospital pensaba tirarlos a los tres. No fue ese el final de la historia y tampoco hace al caso. Sólo señalar que el niño fue debidamente protegido. Pero, y lamentablemente, esos grados de estupidez no tienen remedio.

Conviene mantener la vigilancia y la serenidad en todos los casos. Hay que pensar sobretodo en qué es lo mejor para el niño. En caso de entender que éste precisa protección fuera del ámbito familiar, recoger cuidadosamente todas las pruebas y los testigos que puedan conducir a una solución efectiva del contencioso que indudablemente ocurrirá. Y atrincherarse para la siguiente ronda, que habrá más.

X. Allué (Editor)

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27 abril 2015 at 6:27

Nueva guía de evaluación de fracturas en los malos tratos

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Femur fractureLas lesiones óseas en las víctimas de malos tratos constituyen parte de las pruebas fehacientes de la existencia de tales malos tratos. En lamentables ocasiones son las únicas que se admiten como evidencia judicial. Forman parte del diagnóstico diferencial con lesiones de otros orígenes.

En general se trata de lesiones repetidas, en estadios de evolución diferentes, con forma de presentación improbable par la edad y la actividad física del niño, con desprendimientos epifisarios o afectación de partes del esqueleto distantes entre si, difícilmente simultáneas.

Aún así, a menudo surgen dudas y los abogados defensores de los presuntos culpables de las lesiones pueden argumentar inconsistencias en los hallazgos forénsicos que dificulten la imputación. Por otro lado la sospecha de posibles malos tratos puede ser una situación extraordinariamente difícil para las familias, generando suspicacias, culpabilizaciones y angustias diversas .

Esta semana la Academia Americana de Pediatria ofrece la primicia online de la actualización de los criterios diagnósticos http://pediatrics.aappublications.org/content/early/2014/01/22/peds.2013-3793.full.pdf+html

El abstract ( traducido) dice

Las fracturas son las lesiones comunes causadas ​​por el maltrato de menores. Aunque las consecuencias de no diagnosticar una lesión de maltrato en un niño pueden ser graves, diagnosticar incorrectamente el maltrato infantil en un niño cuyas fracturas tienen otra etiología puede ser angustiante para una familia. El objetivo de este informe es revisar los avances recientes en la comprensión de la especificidad de la fractura, el mecanismo de las fracturas, y otras enfermedades médicas que predisponen a las fracturas en los bebés y los niños. Este informe clínico pretende ayudar a los médicos en el desarrollo de un diagnóstico diferencial basado en la evidencia y la realización de la valoración apropiada en la evaluación de un niño con fracturas.

Ref: Evaluating Children With Fractures for Child Physical AbuseEmalee G. Flaherty, Jeannette M. Perez-Rossello, Michael A. Levine, William L. Hennrikus, and the AMERICAN ACADEMY OF PEDIATRICS COMMITTEE ON  CHILD ABUSE AND NEGLECT, Pediatrics; originally published online January 27, 2014;

X. Allué (Editor)

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3 febrero 2014 at 6:20

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Esa cadena de niños muertos en España

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imgresLa Vanguardia, el periódico de mayor tirada de Cataluña y uno de los más difundidos en el país publica un listado de los niños muertos a manos de sus padres o cuidadores en lo que va de año

Esta es una relación de parricidios registrados en España durante este año:
– 19 febrero.- La Audiencia de Segovia condena a una mujer a diez años por homicidio de su hijo recién nacido, abandonado en un pinar próximo a su vivienda en Mudrián (Segovia).

– 20 febrero.- Un padre, con la ayuda de varios familiares, es acusado del crimen de su hija discapacitada en Lanzarote (Canarias).

– 27 febrero.- Ingresa en prisión por homicidio el padre de una niña de ocho meses fallecida en un hospital de Torrecárdenas (Almería) a causa de malos tratos.

– 13 marzo.- Muere un bebé de casi dos meses en un hospital de Oviedo a causa de las lesiones ocasionadas por su madre.

– Este mismo día, una mujer es detenida en Guía de Isora (Tenerife) por matar a puñaladas a su hijo de tres años y a sus suegros.

– 31 marzo.- Un hombre asfixia a su hija de seis años y después se ahorca en Campillos (Málaga) tras haber sido condenado a seis meses de prisión por malos tratos a su ex pareja y madre de la niña.

– 7 abril.- Una mujer, que iba a ser desahuciada, es detenida en Barcelona por administrar sedantes a sus hijos, de 9 y 11 años, y ahogarlos en la bañera.

– 11 abril.- Una joven de 17 años es detenida por la muerte por asfixia de su bebé recién nacido en Cambil (Jaén).

– 12 abril.- Un hombre mata a sus dos hijos, de 14 y 5 años, y a su suegra con un arma de fuego en su casa de Manzanares (Ciudad Real) y luego se suicida.

– 26 abril.- Una mujer ingresa en prisión en Córdoba, acusada de homicidio, tras ahogar a su hijo de 4 años.

– 12 de julio.- Un mujer es acusada de homicidio imprudente supuesta autora de la muerte de su bebé, cuyo cadáver fue hallado en un congelador de una vivienda de Arona (Tenerife).

– 24 agosto.- Hallan el cadáver de un recién nacido en un camión de basura en el vertedero de Arico (Tenerife) que fue presuntamente arrojado por su madre, detenida cinco días después.

– 26 agosto.- Un médico militar de San Fernando (Cádiz) mata a su hija de 12 años en su vivienda en Cádiz y luego se suicida.

– Este mismo día, una mujer es detenida por matar a su bebé, de un mes, en Las Rozas de Madrid.

– 27 agosto.- Hallan el cuerpo semidescompuesto de un recién nacido en el vertedero de San Bartolomé de Meruelo (Cantabria).

– 23 septiembre.- Una mujer y su hijo menor de edad son asesinados en Málaga capital por la pareja de la fallecida.
Leer más: http://www.lavanguardia.com/sucesos/20130927/54388085232/asunta-basterra-ultima-ninos-victimas-padres-2013.html#ixzz2gB5JtqYb

No tenemos palabras.

 

X. Allué (Editor)

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28 septiembre 2013 at 10:30

No ofrecer atención médica adecuada a los niños. Una forma de negligencia

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En nuestro estupendo y habitualmente glorificado sistema sanitario que, precisamente ahora, unos cuantos están empeñados en destruir, resulta poco comprensible que se pueda privar a un niño de una correcta asistencia médica. Parece inconcebible que no se aproveche la red asistencial que, como a menudo manifiestan los nuevos inmigrantes, es un bien que todos hubiesen deseado en sus paises de origen y que aquí, algunos no lo utilicen.

Sin embargo ocurre. Las mismas organizaciones sanitaria de la Comunidades Autónomas recogen en sus estadisticas los datos de la población asignada que no coinciden con los de la población atendida. Esa discrepancia es más notable en las zonas o barriadas más favorecidas, lo que se suele explicar con la idea de que los pacientes utilizan otras ofertas sanitarias, generalmente en el ámbito privado o en mutuas sanitarias. Desde aquí no disponemos de datos concretos ni del nivel más próximo en la CA desde la que escribimos (Cataluña) ni del ámbito estatal, aunque si es conocida la, hasta ahora, amplia cobertura sanitaria privada a través de mutuas, una tradición de más de un siglo.

La realidad es que un número variable de menores no recibe una atención médica adecuada y eso se debe a motivos diversos:

El Comité que se ocupa de los abusos y malos tratos en la Academa Americana de Pediatria señala que hay muchos factores pueden llevar a los niños que no reciben atención médica adecuada. Es importante tener en cuenta estas causas en la planificación para controlar el problema. El niño puede ser visto como el centro de un marco ecológico en el que la falta de atención médica puede resultar de las interacciones entre una variedad de factores interdependientes.

Motivos económicos. En nuestro país y enmedio de la actual crisi económica y a pesar de la cobertura asistencia, hay familias que carecen de recursos financieros para atender a niños con enfermedades agudas o crónicas. Para algunos padres, tomarse el tiempo del trabajo para cuidar a los niños enfermos puede conducir a la disminución de los ingresos o incluso la pérdida de sus puestos de trabajo.

Las dificultades de acceso a la asistencia. Estas pueden incluir las limitaciones geográficas (por ejemplo, las largas distancias hasta la atención y la falta de transporte), la necesidad de que alguien se haga cargo de los hermanos, falta de disponibilidad de profesionales de la salud, y las barreras del idioma, entre la población inmigrada reciente.

El caos y la desorganización de las familias. Algunas familias carecen de orden y la rutina en sus vidas. Las interacciones son inconsistentes y fragmentadas. Los padres pueden ser incapaces de responder a las necesidades de los niños de una manera eficaz. Estas familias pueden tener dificultades para responder adecuadamente a las emergencias médicas, y puede ser aún más difícil de satisfacer las necesidades de niños con enfermedades crónicas que requieren medicamentos y tratamientos de administración periódica continuada.

La falta de conciencia, conocimiento o capacidad. Los padres pueden no ser conscientes de los signos o síntomas en sus hijos que podrían indicar una enfermedad grave. Es posible que no entiendan por qué un medicamento o tratamiento se prescribe o por qué es importante cumplir las instrucciones de sus médicos y enfermeras.

La falta de confianza en los profesionales de la salud. Algunas familias pueden rechazar la asistencia porque carecen de confianza en el médico o la medicina organizada, porque de lo que han oído hablar de los amigos o los medios de comunicación o por experiencias negativas previas con el sistema de salud.

Discapacidad de los padres. Personas con retrasos de desarrollo o enfermos mentales pueden no tener la capacidad para responder a las necesidades del niño de atención de salud. Las toxicomanías también pueden interferir con los cuidados normales, tanto por el deterioro mental de los padres o cuidadores como por el desvío de recursos económicos hacia la toxicomanía y no los cuidados de los niños.

Creencias de los padres o cuidadores. Algunas familias tienen sistemas de creencias que son incompatibles con la medicina occidental. El padre de un niño que tiene una enfermedad grave puede decidir confiar en los remedios no probados o medicinas alternativas. Algunas familias buscan curación a través de la religión en lugar de la atención médica.

Actitudes y comportamiento de los propios niños. En algunos casos, particularmente en adolescentes, es el propio menor quien va a rechazar la atención médica yque se niega a cumplir con los medicamentos, tratamientos, o la dieta. Los niños pueden hacer valer su independencia por no cooperar o utilizar su enfermedad para llamar la atención de sus padres o desviar los conflictos familiares. Los niños también pueden estar influidos por sus compañeros y pueden no querer aceptar el hecho de que están enfermos y que necesitan tratamiento.

También hay factores médicos. La dificultad de los pediatras para comprender las diferentes culturas. Lo que algunos pediatras pueden considerar negligencia médica obvia podría ser prácticas aceptables de crianza en otras culturas. Es importante que los pediatras adquieran conocimientos sobre las creencias y prácticas de las familias a su cargo. Si los niños están en peligro, las intervenciones necesarias para protegerlos deben implementarse, incluso y a pesar de que los padres piensen que están haciendo lo correcto. Sin embargo, los pediatras deben trabajar para entender a los demás para que efectivamente se puede educar a los padres, respetando las diferentes culturas. Si el adolescente toma una decisión potencialmente peligrosa, los padres deben ser informados sobre las consecuencias de esa decisión, e instarles a actuar sobre el niño, ya sea mediante la persuasión o una imposición revoque la decisión.

El analfabetismo funcional de los padres. Los problemas de comunicación en el entorno médico
La comunicación entre los pediatras y los padres pueden verse afectada por el nivel de educación para la salud de los padres. Los padres a menudo no entienden complicadas instrucciones médicas y explicaciones de los motivos que justifican el tratamiento. Del mismo modo, los médicos no pueden comunicarse con claridad y evaluar adecuadamente la comprensión de los cuidadores de las complicadas instrucciones médicas y justificaciones para tratamiento. Esta falta de entendimiento puede conducir a una mala adherencia de las familias. Si los padres y los médicos no hablan el mismo idioma, esto también puede complicar la comunicación. Los pediatras deben estar conscientes de los factores que limitan la comunicación efectiva con pacientes y padres de familia y trabajar para superar las barreras idiomáticas y culturales, lo que se conoce como una adecuada competencia cultural.

Por motivos religiosos. El caso especial de la negligencia médica por motivos religiosos es una materia compleja aunque minoritaria que merece otro espacio de discusión.

No es mala idea repasar la situación de aquellos pacientes asignados a un cupo asistencial y que no aparecen por la consulta e intentar discernir si pueden estar incluidos en alguno de lo supuestos relatados. Evidentemente que es necesaria la cooperación de las agencias de servicios sociales de cada comunidad para llevarlo a cabo, pero es responsabilidad del pediatra iniciar la investigación.

X. Allué (editor)

Written by pedsocial

6 febrero 2012 at 10:18