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Riesgo de suicidio infantojuvenil

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El suicidio infanto-juvenil, el que sucede antes de los 18 años es una espantosa tragedia que no tiene tratamiento. Sólo tiene prevención.

Las tasas de suicidio entre niños y jóvenes parece que están creciendo en todo el mundo. Queremos creer que, muy probablemente, porque han mejorado los métodos de registro e información. Según los paises las tasas anuales son difíciles de encontrar y la fiabilidad es baja, en parte porque hay suicidios que no se identifican como tales, como pueden ser los que asemejan accidentes, o bien porque familias y autoridades no llegan a reconocerlo o, simplemente los ocultan. Los medios de comunicación suelen evitar comentarlos por un acuerdo tácito para evitar un efecto de imitación.

Sabemos que los suicidios, en general, son un problema endémico, contagioso, epidémico, hereditario e irremediable. Los suicidios de personas famosas suelen generar una ola de imitadores. también sabemos que las edades de riesgo coinciden con la de adultos jóvenes, de 18 a 29 años y en los mayores de 70. Existen notables variaciones geográficas. Por ejemplo en México se registran hasta tres veces más en Chihuahua que en Guerrero. En España más en las ciudades que en el ámbito rural.

Entre las causas del suicidio las hay internas y las hay externas, estas últimas pueden configurar el delito de la inducción al suicidio, que suele ser por lo que en todo suicidio se abre una investigación judicial para descartarlo. Entre los niños y jóvenes juegan un papel importante los estados depresivos, la baja autoestima y otros trastornos mentales, pero también pueden ser en respuesta a violencia doméstica, abusos sexuales o el acoso escolar.

Los suicidios, como decimos, sólo admiten estudio e interpretación. Son los intentos de suicidio los que llaman a la actuación de pediatras, psiquiatras infantiles y demás profesionales que se ocupan de la salud y el bienestar de los niños. Un niño o niña que haya intentado quitarse la vida una vez es más probable que lo intente de nuevo.

En principio todos los intentos de suicidio deben ser referidos a un especialista en salud mental. Los facultativos de Atención Primaria pueden actuar en cuanto a profesionales de confianza del paciente en la valoración inicial. Es importante reservar la entrevista a un espacio tranquilo, con privacidad y sin interrupciones. Las preguntas deben dirigirse en primer lugar al episodio actual preguntando simplemente que ha sucedido, el método empleado, que intención tenía el paciente y sobre la presencia de testigos, intencionada o no. Puede inquirirse sobre la voluntad de hacerse daño a si mismo, la ideación de la muerte y hasta que punto el paciente es consciente de su irreversibilidad. Por ejemplo también puede preguntarse si se han planteado lo que sucedería después como actuaciones funerarias, duelo y funeral para comprobar si la ideación de la muerte tiene una representación social o bien, al contrario, únicamente es una de terminación o ausencia, ya que el concepto de muerte tiene representaciones diversas. Seguidamente se puede indagar la motivación; la inmediata si existe y las remotas que puedan encontrarse en los antecedentes. Cabe repasar la situación familiar, la social y la escolar/laboral, y la existencia de problemas o factores estresantes elucidables. Si la situación lo permite y teniendo en cuenta la privacidad y la confidencialidad, puede entrevistarse a miembros de la familia que puedan contribuir con informaciones relevantes.

Objetivo de la actuación profesional.

El objetivo del tratamiento del intento de suicidio es la corrección de las alteraciones de la salud mental presentes, fundamentalmente si existe un cuadro de depresión subyacente y, si acaso, la modificación de los factores estresantes o condicionantes familiares, sociales o laborales que puedan existir.

En general la hospitalización inicial es recomendable, al menos hasta que se entienda que el riesgo de reincidencia puede controlarse.

Nada fácil.

X. Allué (Editor)

 

 

 

 

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12 noviembre 2018 at 8:14

La tercera pata de la salud

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La tercera pata de la salud

Ya son casi setenta años de la definición de salud acordada por la Organización Mundial de la Salud en su constitución. Se definió la salud como el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades. Además se definió que la salud es un derecho humano fundamental.

El mundo ha dado muchas vueltas, somos el triple de gente que entonces y, en general, la salud ha mejorado para casi todos.

Los esfuerzos, sin embargo, no se han ido desarrollando de forma homogénea. El progreso de las ciencias biomédicas ha aportado enormes avances de la medicina que, aplicados a la salud, han salvado millones de vidas, curado incontables enfermedades y evitado o prevenido muchos millones más. La medicina de los últimos cincuenta años ha estado caracterizada por su eficacia. Por primera vez en la historia los médicos han visto recompensados sus esfuerzos con la curación y resolución de múltiples problemas de salud, después de siglos de dedicarse a contemplar la evolución de sus enfermos sin nada que ofrecer más allá de apoyo y consuelo. Nuevos métodos diagnóstico por la imagen o análisis bioquímicos han permitido precisar diagnósticos con exactitud. Antibióticos, cirugía resolutiva, hormonas que reponen las deficientes, anestesia, vitaminas, agentes quimioterápicos… ofrecen soluciones eficaces a lo que antes fue incurable.

A ello se suma la ingente labor realizada por los profesionales de los cuidados, enfermeras y técnicos, cada vez más competentes y dispuestos.

La salud mental también ha recibido atención y se ha beneficiado de los avances de la bioquímica y la farmacología. Y de una percepción más realista y humana de los trastornos mentales, antes sólo sometidos a la reclusión manicomial.

Sin embargo, tanto la salud física como la mental, han visto fallar su eficacia cuando las condiciones, el entorno social, no ha acompañado las soluciones a las enfermedades. La pata social de la salud ha sido la que menos se ha beneficiado del progreso.

Hasta cierto punto, la medicina ha mantenido la tendencia de ocultar su ineficacia atribuyendo a condicionantes sociales sus fracasos o impotencias. Cuando no se dispone de un buen remedio, se afirma que se trata de un problema social. Los ejemplos son múltiples, pero uno reciente y flagrante fue la eclosión de la infección por el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) al final de los años 70 del pasado siglo. Hasta que no se descubrió el agente causal se consideró un problema sociocultural o incluso étnico (las cuatro “haches”: heroinómanos, homosexuales, hemofílicos y haitianos). La enfermedad de Alzheimer o la obesidad son problemas sociales (¡).

No se puede negar que considerables avances sociales han contribuido a la salud y el bienestar de los ciudadanos de todo el mundo. El acceso a la vivienda digna, la sanitarización de las ciudades, las medidas de prevención de accidentes o la alimentación adecuada, han alcanzado a una parte cada vez más mayoritaria de la población mundial. En lo que se conoce como el primer mundo, Occidente, todos esos soportes a la salud de la población están prácticamente garantizados, aunque la recesión económica de los últimos pocos años lo haya puesto en crisis.

Es más bien en el manejo, diagnóstico y tratamiento de los aspectos sociales del enfermo donde se aprecian defectos, huecos, desfases, brechas que, de no salvarse, la atención a la salud se resiente.

Si se contempla la larguísima tradición, de siglos, de los profesionales de la medicina y la quizá formalmente no tan larga, pero indudablemente desarrollada ampliamente de los profesionales de la enfermería, la diferencia con profesionales auténticos y dedicados del trabajo social sanitario, no cabe duda que las diferencias de magnitudes son abismales. La proporción de profesionales de la salud en relación con profesionales del trabajo social sanitario dedicados a la atención sanitaria rara vez es de más de 1/250, aún en los países más desarrollados.

Desde aquí apostamos por ponerle remedio a esas diferencias desde el convencimiento de que es y será un factor determinante de la salud de las gentes en los años venideros. Esa es la razón de ser del Máster de Trabajo Social Sanitario que lleva a cabo la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

Xavier Allué (Editor)

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20 diciembre 2017 at 6:13

Derechos de los niños. Derecho a la salud según la ley de protección a la infancia

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imgres-2Esta información se corresponde, como ya hemos indicado a la ley de protección a la infancia de Cataluña. El texto empero, es notablemente amplio y su redacción aunque concisa es amplia y detallada. Siempre se puede consultar el original, pero aquí reproducimos los aspectos que nos han parecido más llamativos por su importancia y actualidad.

BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO Núm. 156, Sec. I.Pág. 56392

CAPÍTULO IV

Salud

Artículo 44.Derecho a la prevención, la protección y la promoción de la salud.

1.Los niños y los adolescentes tienen derecho a la promoción, la prevención y la protección de la salud y a la atención sanitaria.

2.Cualquier niño o adolescente tiene derecho a:

a) Beneficiarse de las acciones de promoción de la salud, recibir información y educación para la salud en todos los ámbitos de su vida y beneficiarse de las acciones de salud comunitaria, con el fin de desarrollar al máximo sus potencialidades físicas y psíquicas y la capacidad para gestionar su propia salud.

b)Recibir actuaciones preventivas, con el objetivo de prevenir las enfermedades y sus complicaciones y disminuir la exposición a factores de riesgo para la salud; disponer de vacunaciones, cribados neonatales y protocolos de seguimiento de la infancia, únicamente con los límites que la ética, la tecnología y los recursos asistenciales imponen al sistema sanitario.

c)Recibir los efectos beneficiosos de la protección de la salud, que se expresa en el derecho a desenvolverse en entornos saludables, tanto en el ámbito público como en el privado.

d)Recibir información sobre su salud y sobre la atención sanitaria que recibe, y a poder participar en su proceso asistencial de manera adecuada a su edad y grado de madurez.

e)Recibir atención sanitaria adecuada a su nivel evolutivo, atendiendo tanto a los aspectos orgánicos como a los aspectos emocionales, y, de acuerdo con lo dispuesto por la legislación vigente, beneficiarse de las prestaciones del sistema sanitario público.

f)Recibir información sobre sus necesidades sanitarias especiales. En particular, sobre la fisiología de la reproducción, la salud sexual y reproductiva, el riesgo para la salud que conlleva el embarazo a edades muy primerizas, la prevención de las infecciones de transmisión sexual y de la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), así como la promoción de una sexualidad responsable, con la garantía de la confidencialidad de la información recibida.

3.Las administraciones públicas deben tomar todas las medidas necesarias para abolir las prácticas tradicionales que sean perjudiciales para la salud de los niños y los adolescentes.

Artículo 45.Atención en situaciones de riesgo para la salud mental.

1.De acuerdo con el Plan director de salud mental y adicciones, deben desarrollarse programas dirigidos a la prevención, la detección, el diagnóstico precoz, el tratamiento y la atención integral de las necesidades en salud mental infantil y juvenil, desde la red sanitaria pública de Cataluña. Corresponde al departamento competente en materia de salud planificar y poner en funcionamiento los servicios de salud mental necesarios de acuerdo con el mapa sanitario, sociosanitario y de salud pública de Cataluña.

2.La atención en salud mental debe incluir también la atención a los niños y a los adolescentes con problemas adictivos.

3.Debe garantizarse la atención en salud mental de los niños y los adolescentes con discapacidad, mediante programas integrales de atención en el territorio que tengan en cuenta los servicios y equipamientos de los departamentos de la Generalidad implicados en su atención.

Artículo 46.Hospitalización.

1.Debe potenciarse el tratamiento en la atención primaria de salud o el tratamiento domiciliario de los niños y los adolescentes, con el fin de evitar, siempre que sea posible, su ingreso hospitalario. Si el ingreso hospitalario es necesario, este debe ser lo más breve posible y hay que procurar que tenga lugar en unidades preparadas para niños y adolescentes y evitar la hospitalización entre los adultos.

2.Los niños y los adolescentes hospitalizados tienen derecho a estar acompañados de sus padres y madres, y, en su caso, de los titulares de la tutela o de la guarda, salvo que eso pueda perjudicar u obstaculizar la aplicación de los tratamientos médicos.

3.Los niños y los adolescentes tienen derecho a proseguir su educación en los términos establecidos por el artículo 49 mientras dure su estancia en el hospital.

4.Las administraciones públicas y los responsables hospitalarios deben promover en todos los casos la realización estable y continuada de actividades de juego, culturales y de acompañamiento, adecuadas a la edad de los niños y los adolescentes enfermos, ya sea organizando servicios directamente o mediante convenios con entidades sociales.

5.En todo lo no establecido por el presente artículo deben tenerse en cuenta los derechos reconocidos por la Carta europea de los niños hospitalizados, aprobada por el Parlamento Europeo el 13 de mayo de 1986.

Artículo 47.Derecho a decidir sobre la maternidad.

1.Las chicas tienen derecho a decidir sobre la maternidad en relación con su grado de madurez, de acuerdo con la legislación específica.

2.En los casos de chicas tuteladas por la Administración de la Generalidad, esta administración debe poner a disposición de la chica todo el apoyo psicosocial y material necesario para ayudarle a hacer frente a la nueva situación. Este apoyo debe ampliarse, si procede, para garantizar el bienestar del recién nacido.

X. Allué (Editor)

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4 julio 2014 at 8:44

La salud de los jóvenes. XI Coloquio Internacional REDAM

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Cuando el errado conseller de Interior de la Generalitat de Catalunya propone la disolución violenta de las acampadas en la Plaça Catalunya de Barcelona en aras de la salud pública y la higiene, obviamente ha hecho omisión de la salud mental. Aunque figure en la definición de salud de la Organización Mundial de la Salud–el bienestar físico, mental y social del individuo–la salud mental siempre queda relegada a un lugar marginal.

Mientras moderaba una mesa del XI Coloquio de la Red Española de Antropologia Médica sobre salud mental, cultura y políticas públicas, se me ocurria que los jóvenes que forman los colectivos de los indignados o acampados, expresan su desazón y desacuerdo ante la actual situación social y política también por su propia salud mental.

La situación sociopolítica produce, en cuanto te lo planteas como hacen los jóvenes recién llegados al mundo laboral una considerable ANGUSTIA. La prolongación de las situaciones de desempleo y la falta de perspectivas conduce fácilmente a estados anormales del humor, de los cuales el más común es la DEPRESIÓN. Cuando a los jóvenes se les plantea afrontar la realidad y aprecian las contradicciones entre los omnipresentes estímulos al consumo y las propuestas de ocio más o menos lujoso, ante la triste realidad económica del colectivo es fácil que se ocasionen percepciones propias de la ESQUIZOFRENIA. La presión de las modas y la amplai disponibilidad de alimentos provoca percepciones distorsionadas tanto de la propia imagen como de la relación con los alimentos que, cuando se hacen obsesivas producen trastornos como la BULIMIA y la ANOREXIA NERVIOSA. La euforia de ciertos acontecimientos, notablemente los éxitos deportivos colectivos en campeonatos internacionales, contrasta con la triste, monótona y a la vez egoista realidad cotidiana del lunes por la mañana, produce una montaña rusa de emociones que facilita la CICLOTIMIA por no decir el TRASTORNO BIPOLAR. Cuando a las cosas no se les encuentra solución y los recursos de soporte emocional escasean, una salida puede ser la autoadministración de psicofármacos que, en cuanto que son ilegales, fácilmente conducen a las TOXICOMANÍAS. La respuesta desordenada ante tanto estímulo negativo puede provocar respuestas violentas, TRASTORNOS DE LA CONDUCTA DISRUPTIVA.

Angustia, depresión, esquizofrenia, trastorno bipolar, toxicomanías, trastornos de la conducta… es como para volverse loco.

Ahí es donde se echan en falta la políticas públicas para la promoción de la salud mental

X. Allué (Editor)

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4 junio 2011 at 11:10

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Pobres, gordos y locos

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ESTA ENTRADA HA RECIBIDO 10.408 VISITAS EN UN AÑO !!!!

 

(Si te interesa, visita también la entrada de éste blog «Obesidad, con O de orondo«)

Es un poco fuerte, pero esto es lo que se desprende de la lectura de los artículos recientemente publicados en Anales de Pediatría: Desigualdades sociales en la prevalencia de sobrepeso y obesidad en adolescentes

http://www.elsevier.es/revistas/ctl_servlet?_f=7064&ip=83.46.149.128&articuloid=13184265&revistaid=37,

y Desigualdades sociales en la salud mental infantil en Cataluña

http://www.elsevier.es/revistas/ctl_servlet?_f=7064&ip=88.12.91.136&articuloid=13184264&revistaid=37

Las desigualdades sociales se traducen en una mayor incidencia de obesidad y una peor salud mental. No es que sea realmente un descubrimiento porque las desgracias nunca vienen solas, pero ahí hay dos estudios que le ponen números y evidencia al problema.

En mi criterio la prioridad en la solución de estos problemas que van adquiriendo carácter epidémico está secuencialmente en la misma dirección: si se resuelve el problema de la pobreza es más fácil ofrecer soluciones a los otros problemas.

Pero no podemos decir los pediatras que, como es un problema socioeconómico, nosotros poco podemos hacer. Los pediatras tenemos el deber del diagnóstico: el diagnóstico de la pobreza lo mismo que el diagnóstico de la obesidad o de los trastornos mentales. Y la obligación de referir a los pacientes a las agencias o servicios que les puedan prestar asistencia. Igual que mandamos un niño al traumatólogo porque tiene una fractura y nosotros no sabemos componerla, debemos remitir los niños a los servicios sociales, a los equipos que traten la obesidad y a los centros de salud mental y, además, responsabilizarnos de la coordinación de unos y otros. Y si tenemos muchos niños y poco tiempo, debemos recordar que hay que dedicarles la misma atención que si tuviésemos muchos niños con meningitis o bronconeumonias: la que haga falta. Porque se trata de patología grave.

X. Allué (Editor)

Más bibliografia reciente. Julio 2011: Obesidades pediatricas

Written by pedsocial

22 diciembre 2010 at 20:09

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