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Romperle la cabeza a un niño por desesperación

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Los malos tratos a los niños no tienen justificación alguna. Ninguna excusa es válida cuando un niño es víctima de negligencia, abusos, palizas o intoxicaciones.

Pero cuando se analizan las causas de porqué los adultos maltratan a los niños, se encuentran asociaciones con circunstancias de la vida diversas.

Los malos tratos ocurren en todos los ambientes, en todos los países y entre todas las clases sociales, pero la incidencia se incrementa cuando las familias se encuentran en circunstancias difíciles, cuando la competencia de los padres es dudosa o cuando median circunstancias como problemas de salud mental, toxicomanías o delincuencia.

Es fácil entender que individuos con comportamientos asociales, que no muestran respeto por las normas y las leyes, que no se respetan ni a ellos mismos cuando abusan de sus propios cuerpos, respetaran menos a los menores a su cargo.

Sería bueno creer que en circunstancias de gran distrés, accidentes y catástrofes se cumpliera aquello de “las mujeres y los niños, primero” de los naufragios antiguos. Lamentablemente no siempre va a ser así. Cuando se producen dificultades y contratiempos que se alargan en el tiempo, aún es más fácil que los débiles sufran los efectos tanto de forma indirecta como directa como víctimas de la ira de los más fuertes.

La revista Pediatrics publica este mes un interesante estudio de Rachel Berger que relata la incidencia de traumatismos craneales (TCE) como resultado de malos tratos en tres regiones de los Estados Unidos relacionándolo con la recesión económica y el efecto del desempleo. Se incluyen como TCE tanto las fracturas como las consecuencia de un zarandeo en bebés pequeños (Shaken baby syndome) Se detecta un incremento de los TCE producto de malos tratos al comparar el período de recesión con los tiempos anteriores. Aunque no alcanza a relacionar la mayor o menor tasa de desempleo de cada condado concreto de los 74 condados estudiados, el resumen indica que la desazón de los padres, las frustraciones ligadas al desempleo, las privaciones del empobrecimiento lo acaban pagando los niños.

La tremenda recesión económica que se vive en nuestro país—aquí la llamamos “crisis”—de buen seguro que ha podido tener consecuencias similares. Sin embargo no es fácil de cuantificar a menos que se haga un seguimiento específico cuando aún los casos de malos tratos registrados y denunciados son todavía sólo una parte de la realidad.

En cualquier caso desde aquí nos unimos a la recomendación final del artículo mencionado en el sentido de que, teniendo en cuenta las tremendas consecuencias de los TCA a corto y medio plazo, se deben incrementar los recursos sociales para la detección y seguimiento de los malos tratos infantiles y los médicos que tratan niños deben incrementar su sensibilidad para detectar esas situaciones.

X. Allué (Editor)

Written by pedsocial

22 septiembre 2011 a 8:15

2 respuestas

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  1. […] este artículo del pediatra Xavier Allué en el fabuloso blog Pediatría Social, lo titula Romperle la cabeza a un niño por desesperación , así que le he plagiado la cabezera, en el nos comenta un artículo de la Revista Pediatrics […]

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