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El sarampión también es una enfermedad social

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Apenas habíamos publicado la entrada sobre la paperas que los boletines de notícias saltaron con la información de que en un barrio de Brooklyn, en la ciudad de Nueva York, se había declarado una alarma epidémica por un número notable de casos de sarampión. Ello ha llevado a las autoridades a ordenar la vacunación forzosa de la parte de la población no vacunada en una zona delimitada por distritos postales en Borough Park y Williamsburg.

La orden se acompaña de información precisa sobre el sarampión y lo que representa en varios idiomas, entre ellos el español : https://www1.nyc.gov/assets/doh/downloads/pdf/imm/faq-measles-sp.pdf.

Esta medida sin precedentes recientes está causando una notable controversia, no del todo ajena al hecho de que en el vecindario afectado viven numerosos miembros de la comunidad judía ortodoxa. El caso indice al parecer corresponde a un menor no vacunado que había regresado de un viaje a Israel recientemente. Ese grupo social mantiene una postura de resistencia al uso de vacunas por una variedad de razones, aunque fundamentalmente religiosas. Obviamente nos encontramos de nuevo ante una patología infecciosa que reconoce unas causas sociales notables.

Habrá que ver como prosigue esta situación pero, y en cualquier caso, que sirva la ocasión pata volver a recordar la importancia que tienen las vacunas para la salud de niños y adultos y la insensatez que representa oponerse a su uso.

X. Allué (Editor)

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12 abril 2019 at 7:23

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Las paperas: ¿una enfermedad infecciosa o una enfermedad social?

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Las paperas han sido (o quizá aún son) una enfermedad predominantemente infantil que ha aquejado a millones en todo el mundo. Infantil, pero no siempre. Yo padecí una parotiditis infecciosa a los 29 años, en mi último año de residencia y, cómo no, se acompañó de todas las complicaciones que vienen en los libros: hepatitis, pancreatitis, orquitis y, también, meningoencefalitis que me acabó llevando a la UCI durante unos días. Tuve suerte y me recuperé (incluso tuve hijos después), pero el susto aún me dura.

La vacuna, descubierta pocos años antes se aplicaba (y se aplica) junto con las del sarampión y la rubéola. Pero siendo un adulto, a mi no me llegó. La extensión de la vacuna Triple vírica ha (quizá debiéramos decir «había») prácticamente erradicado esas virasis, al menos en Occidente. Pero hay problemas.

Lo que sigue es una transcripción del editorial que publica Paul E. Offit, del Centro de Enseñanza de Vacunas del Philadelphia Children’s Hospital en Medscape esta semana, respondiendo a la pregunta «¿Qué hace falta para erradicar las paperas», a raíz de un brote de parotiditis infecciosa en varios centros universitarios de Pennsylvania.

«…La vacuna contra las paperas fue desarrollada originalmente en los Estados Unidos en 1967 por el Dr. Maurice Hilleman. En ese momento, se reportaban alrededor de 200,000 casos de paperas (al año), y esa fue probablemente una estimación baja de lo que realmente estaba sucediendo. Las paperas no es una enfermedad trivial. Puede afectar las glándulas parótidas y causar dolor al comer, pero también puede afectar los testículos, causando orquitis, que puede conducir a la esterilidad. Puede afectar los ovarios, causando ooforitis, que también puede conducir a la esterilidad. Así que no es una infección trivial.

Debido a la vacuna contra las paperas, pasamos de unos 200,000 a unos 200 casos al año. Pero las paperas nunca se han eliminado, y eso es diferente de los componentes de sarampión y rubéola de la vacuna MMR. El sarampión se eliminó de los Estados Unidos en 2000, y la única razón por la que el sarampión ha regresado en este país es porque un número crítico de padres ha optado por no vacunar a sus hijos. La rubéola también fue eliminada en este país en 2005 y aún no ha regresado.

Las paperas nunca fueron eliminadas. La razón porque regresa y según se observa en los estudios iniciales, hubo una frecuencia mucho mayor de células B y T de memoria después de la inmunización contra el sarampión y la rubéola que después de la inmunización contra las paperas. Lo que hemos visto clínicamente es consistente con eso. Aproximadamente 10 años después de la recomendación de la primera dosis a fines de la década de 1960, hubo una reducción de las paperas. Pero claramente, después de ver que la memoria de la vacuna (la inmunidad) comenzara a desvanecerse, en 1991 se hizo una recomendación para una segunda dosis de MMR , principalmente para el componente del sarampión. La recomendación de la segunda dosis fue para niños de 4 a 6 años, por lo que 10 años más tarde, aproximadamente en la adolescencia tardía o en la edad adulta temprana, comenzaría a ver el regreso de las paperas debido a la disminución de la inmunidad.

El año pasado tuvimos alrededor de 6000 casos de paperas en los Estados Unidos. Muchos se asociaron con brotes universitarios, porque eso es aproximadamente 10 años después de la segunda dosis.

La recomendación de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades es ofrecer una tercera dosis de la vacuna contra las paperas si se está en un campus universitario o en un entorno donde hay un brote. De todos modos, podemos estar avanzando hacia una recomendación general de una tercera dosis, si estos brotes continúan entre los jóvenes de 16 a 18 años.

Que ahora se convierta en una enfermedad que se manifieste entre estudiantes universitarios no deja de ser una peculiaridad epidemiológica con un, evidente, componente social.

Y es que, al fin y al cabo, las enfermedades contagiosas son enfermedades sociales, del grupo, de los que conviven.

X. Allué (Editor)

 

El prof. Manuel Cruz, insigne pediatra, nos comentaba que hace años, en algunas colectividades en Andalucía, a las paperas las llamaban «La hermosura«. ¿Sería por qué, con los mofletes hinchados los niños se veían mas «hermosos?
La imagen es de los NIH

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9 abril 2019 at 20:07

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La gripe del año 18

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Hoy empieza la campaña de vacunación contra la gripe de este año. La vacuna debe contener las cepas 

  • A/Michigan/45/2015 (H1N1)pdm09-like virus
  • A/Singapore/INFIMH-16-0019/2016 A(H3N2)-like virus (updated)
  • B/Colorado/06/2017-like (Victoria lineage) virus (updated)

Hace cien años, a estas alturas del 1918, la gran epidemia de gripe que asoló una buena parte del mundo desde la primavera de 1917, empezaba a remitir.

Los tratados clásicos de Pediatría social, eso que en los países anglosajones se conoce como «Community Medicine«, solían empezar con unos capítulos de epidemiología. Casi todos incluían un gráfico sobre mortalidad infantil, mostrando el considerable descenso de la mortalidad infantil a lo largo del siglo XX y, seguidamente, la relación sobre todo con el progreso social y cultural de las poblaciones. Lo que veis aquí al lado es un ejemplo que muestra el descenso durante la primera mitad del siglo pasado pero, rodeados en rojo, dos hitos, dos puntas significativas: una alrededor de los años 17-18 y el otro a los 36- 41. La segunda corresponde a la terrible Guerra civil española. La primera sin embargo, corresponde a la gripe del año 18.

Cada invierno la aparición del fenómeno epidémico de las infecciones por el virus de la gripe en sus diferentes cepas ( «Influenza virus» tipo A, el más común) genera dificultades que se generalizan en todos los ámbitos sociales: enfermedad, pérdida de horas de trabajo, pérdida de horas de escuela, carencias de recursos humanos, colas en los centros sanitarios, sobrecarga de los hospitales y, incluso, muertes, directas o indirectas. Ya hemos explicado que las epidemias son una forma social de enfermar.

Perdiéndose en la memoria de la gente por el paso del tiempo, queda el recuerdo de la gripe del año 18. Entre la primavera de 1917 y el verano de 1918, en el mundo se produjo una tremenda epidemia que causó más de 60 millones de víctimas mortales. Parece muy fácil de decir en una frase: 60 millones de muertos. Muchísimos más que los que causó la terrible Guerra Mundial, en aquellos momentos estaba llegando a sus episodios finales. Los historiadores bélicos dicen que la gripe y la afectación de los soldados combatientes fue un factor decisivo para alcanzar el armisticio. Han pasado 100 años y ningún otro fenómeno ha causado tanta mortandad en tan breve periodo, si bien si se suman todos los episodios bélicos que históricamente se cuentan como parte de la no menos terrible II Guerra Mundial serían más, pero en este caso más alargados en el tiempo y el espacio.

Apenas deben quedar algunos supervivientes, centenarios o no tan mayores, que recuerden de algún familiar muerto en aquella terrible epidemia. Hace unos años, en 2009 hubo una gran alarma mundial por el miedo a que una nueva epidemia mundial tuviese las mismas consecuencias. El virus que causa la gripe varía de año en año. Los virus de la gripe se clasifican según que lleven unas enzimas concretos: la hemaglutinina y la neurominidasa, reducidos en la nomenclatura a las iniciales H y N, y de un tipo específico que recibe un número: 1, 2, 3, etc . La gripe del 18 la produjo el virus de la gripe H1N1. La que se detectó en 2009 también era el H1N1, razones biológicas como para temer que podía tratarse del mismo. La epidemia se originó en México y se extendió pronto en Estados Unidos. Esto y la reacción un poco histérica de la directora general de la OMS, Margaret Chan, generaron una alarma mundial considerable. La carencia al comienzo de una vacuna eficaz en cantidades suficientes y la disponibilidad de unos agentes antivirales como el oseltaminvir (Tamiflu) y zanamivir (Relenza) motivaron que se levantaran sospechas de que la alarma se había creado artificialmente para beneficiar la industria químico-farmacéutica.

Estos incidentes en parte, la gripe nos visita cada año y hace 100 años que los científicos luchan por encontrar soluciones enfocadas a una fenómeno que tiene considerables costes en vidas humanas y también sociales, económicos e incluso políticos. Una buena parte de la historia de la investigación de la gripe y su causa fue relatada en el «best seller» escrito por la periodista especializada en temas de salud del New York Times Gina Colatta, titulado «Flu«. «Flu» es el nombre coloquial de la gripe en inglés. Deriva de que los síntomas de fiebre, mucosidad, tos, malestar general, etc. de la gripe se consideraban relacionados con el mal tiempo invernal y decían que «estaba bajo la influencia» del tiempo. Este nombre se asignó a un microbio, el Hemophilus influenzae, al que se hizo responsable la gripe hace cien años y que entonces ya era identificable. Después se vio que sólo era un agente complicante. El virus de la gripe de 1918 no se pudo identificar en aquel entonces. El libro de Gina Colatta cuenta la fascinante historia de la investigación que llevó a la identificación y aislamiento del virus tres cuartos de siglo después, cuando se encontró en los cadáveres de víctimas de la gripe enterrados en el hielo en el Ártico que habían permanecido congelados.

Quien quiera adentrarse en las complejidades de los avances de la ciencia, tiene en la gripe un amplísimo campo de estudio, alargado 100 años y que mantiene toda, aunque estacional, actualidad.

El resto, más preocupados por el día a día, tenemos que activar las medidas preventivas elementales, evitar el contagio que es principalmente por contacto con las manos, con lavados frecuentes, usar pañuelos desechables, rehuir de las aglomeraciones en espacios cerrados, cubrirse la cara cuando tosemos con el codo en vez de la mano o el puño, y, si enfermamos, utilizar medidas generales como la hidratación, los analgésicos-antitérmicos y el reposo. Los grupos que así lo tienen recomendado: personas mayores, chiquillos, grupos de riesgo como sanitarios y servidores públicos, deben vacunarse con la vacuna recomendada por cada año, aunque, la eficacia es variable y, este año, no lo es tanto. Con un poco de suerte no volveremos a vivir una pandemia como la de hace cien años, el terrible año 1918.

Vacunaos. Consultad vuestra autoridad sanitaria local.

 

X. Allué (Editor)

Republicando: una buena parte de este texto ha sido ya publicado, en catalán, en enero de este año.

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22 octubre 2018 at 7:21

Measles, Sarampión, Xarampió, Paiola

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Las infecciones por el virus del sarampión deberían estar erradicadas de esta parte del mundo. Son algo malo, peligroso, ocasionalmente mortal o discapacitante, facilitan la aparición de otras infecciones como la tuberculosis y, sobre todo, son evitables mediante una vacuna eficaz.

Tener que decir esto en la primavera de 2018 resulta como un anacronismo. Por edad, he tenido la desgracia de ver morir a demasiados niños por sarampión en el Hospital Clínico de Barcelona en los años 60 del siglo pasado, y alguno más en otros lugares. La experiencia incluye las tremendas secuelas de sordera, bronquiectasias o lesiones cerebrales irreversibles de las formas encefalíticas graves. Desearía no pasar por ello nunca más.

El sarampión, measles en inglés(1), xarampió en català o paiola en la variedad del eivissenc, fue considerada una de las «enfermedades propias de la infancia» calificativo de los tratados de medicina hasta hace medio siglo, que las daban por comunes e inevitables. Que matase niños no tenía mayor consideración cuando los niños eran muchos y valían poco. Porque el sarampión mató siempre muchos más niños que la polio, llamada también parálisis infantil, hasta que la contrajo el presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt y se incrementó la preocupación.

Ahora la gente no sabe ni recuerda lo que representó el sarampión en la población infantil en el mundo occidental y se le ha perdido el miedo. Pero es un problema grave. En la Unión Europea han muerto por sarampión una cincuentena de niños en los últimos dos años. Más que en atentados terroristas.

En una elegante infografía, The Guardian ofrece una visión de como se propaga el virus según la población esté o no vacunada. Echadle un vistazo.

El sarampión actualmente es un problema social por cuanto su reaparición se relaciona con la resistencia de algunos grupos sociales a la vacunación. La gran mayoria de los casos registrados en menors de 18 años según el European Centre for Disease Prevention and Control, no estaban vacunados o estaban insuficientemente vacunados, ya que, para conseguir una inmunidad eficaz, son necesarias la menos dos dosis de la vacuna.

No se puede bajar la guardia y todos los responsables de la salud y el bienestar de los niños deben tomar una posición activa para contribuir a erradicar este problema.

X. Allué (Editor)

 

1. False friends: Measles in English is also named «rubeola«, easily mistaken with «rubeola», the word in Spanish for «German measles»= rubella

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9 abril 2018 at 17:02

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Las paperas de Neymar

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neymar jrUna de fútbol. Parecería sino que estamos fuera del mundo. Justo acaba de empezar la liga española y se han repartido los calendarios de Champions y UEFA recuperando los aficionados del letargo estival.

Ha sido en medio de ese letargo, cuando las noticias escasean, que ha saltado a los medios de comunicción que el delantero del Barça Neymar estaba de baja por paperas.

Efectivamente, Neymar da Silva Santos Júnior, más conocido como Neymar Jr. (Mogi das Cruzes, São Paulo, Brasil; 5 de febrero de 1992), es un futbolista que juega como extremo en el F.C. Barcelona, a quien el pasado 9 de agosto le fue diagnosticada una parotiditis que le ha mantenido fuera de los terrenos de juego hasta este sábado 28. Los medios insisten en que Neymar había recibido por lo menos una dosis de vacuna antiparotiditis en su infancia. Aparentemente la información parte de su familia y no hay porqué dudarlo.

La parotiditis en el adulto es un mal asunto. Puedo testificarlo en persona puesto que una infección por el virus cuando tenía 29 años me llevó a la UCI con una afectación multiorgánica que me puso en una difícil situación, aunque y afortunadamente lo superé sin secuelas. Y no, no me recuperé en veinte días como Neymar. Es posible que la dosis de vacuna recibida haya atenuado la sintomatología o que, simplemente, su afectación haya sido de menor intensidad. Pero en cualquier caso, el costo de las paperas de Neymar ha sido considerable. Veinte dias de baja de un jugador que gana más de 20 millones al año son una pasta, como se dice vulgarmente. Algunos aficionados es posible que lleguen a contabilizar en ese «debe» la Supercopa que perdieron ante el Athletic de Bilbao.

Este puede muy bien ser el argumento número cinco mil a favor de las vacunaciones y, también, a la revacunación con la Triple Vírica a los 4-6 años como actualmente se recomienda. No vaya a ser que la próxima estrella del Barça en la temporada 2030-2031 vea interrumpida su trayectoria por unas paperas. (Y ustedes que lo vean…)

 

X. Allué (Editor)

 

 

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31 agosto 2015 at 6:44

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Muere el niño de Olot afectado de difteria

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pinchoReproducimos el texto de la noticia en La Vanguardia

El niño de 6 años de Olot afectado de difteria, el primer caso detectado en Catalunya en 32 años, ha muerto esta madrugada en el Hospital Universitario Vall d’Hebron de Barcelona, según han informado fuentes del centro. El menor no ha podido recuperarse de los daños causados por la enfermedad que contrajo a finales de mayo.

Tenía afectadas las funciones respiratorias, cardíacas y renales por la toxina de la difteria, y necesitaba respiración asistida, estaba conectado a un riñón artificial y llevaba varios días con circulación extracorpórea.

El pequeño, que no había sido vacunado, comenzó a notar síntomas el 25 de mayo pero no fue sometido a pruebas específicas hasta cuatro días después. Una vez confirmada la presencia de la bacteria en su organismo, fue trasladado, en estado crítico, desde Olot a la Vall d’Hebron.

La falta de medicamentos obligó al hospital a buscar por toda Europa la antitoxina diftérica, que finalmente llegó procedente de Francia. La difteria, una enfermedad infecciosa causada por una toxina que produce la bacteria Corynebacterium diphtheriae y que se contagia básicamente por vía respiratoria, no circula en el territorio español desde hace decenios y la vacunación es superior al 90%.

Con la aparición de este caso, sin embargo, la Generalitat monitorizó a «entre 100 y 150 personas» que estuvieron en contacto con el niño. En las escuelas de Olot, por ejemplo, había 47 niños sin vacunar.

Suponemos que habrá una lluvia de comentarios en todos los medios.

Desde aquí, además de lamentar el desenlace, sólo nos atrevemos a recordar que las enfermedades que son prevenibles mediante vacunas pueden ser mortales en su ausencia. Lo fueron durante milenios, plagas que mataron millones de niños y adultos. No debería haber marcha atrás en la prevención de enfermedades transmisibles.

X. Allué (Editor)

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27 junio 2015 at 11:26

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Difteria, para cuando el miedo cambie de bando

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Faringe diftéricaCuando se anuncia un caso de difteria en la población de Olot (La Garrotxa, Girona) con grave evolución e ingreso en la UCI del Hospital Vall d’Hebrón de Barcelona, se disparan todas las alarmas. Hacía treinta años que no se producía un caso. Evidentemente se trata de un niño no vacunado.

Para cuando empecé a estudiar Medicina,  la difteria en epidemia me era conocida por la novela de Luisa Forellad «Siempre en capilla», ganadora del premio Nadal de 1953. Ello incluía la polémica sobre la personalidad de la autora desatada en los círculos culturales de Barcelona en los años 50. Una epidemia de difteria a finales del siglo XIX en un suburbio de Londres y la lucha por conseguir una antitoxina configuraban una situación enormemente dramática.

La vacuna de la difteria era obligatoria en España desde 1943, el año en que yo nací. Obligatoria en el sentido de muchas otras obligaciones en un período histórico no democrático. Mi padre, pediatra, me vacunó cumplidamente a partir del verano de ese año, según pude comprobar en un, largo tiempo extraviado, calendario vacunal. Como al año siguiente me vacunó de viruela. De esto tengo el testimonio de una hermosa cicatriz ovalada todavía visible en mi brazo izquierdo. Tuve esa fortuna.

Personalmente, mi sorpresa es que los médicos que han atendido al niño hayan sido capaces de precisar el diagnóstico. Y con ella mi respeto y consideración a su agudeza diagnóstica y precisión procedimental. Creo que se puede afirmar que la inmensa mayoría de los médicos que actualmente atiende niños en este país nunca vieron un caso de difteria. Mi experiencia personal viene ligada a mi edad. Los primeros casos de difteria que tuve oportunidad de ver eran de cuando la tremenda situación de precariedad social acumulaba un considerable contingente de población en barracas en la periferia de Barcelona en los años 60 del siglo pasado. Esta población, en su mayoría procedente de zonas rurales del sur de España, tenía un estado vacunal deplorable, entre otras tremendas deficiencias sanitarias.

Los casos de difteria que vi, en el servicio de Urgencias de Pediatría del Hospital Clínico de Barcelona tuvieron una evolución variable. Recuerdo distintivamente al Dr. Gregorio Peguero llevando a cabo una traqueotomía en la sala de curas del servicio, con un notable dramatismo añadido. La traqueotomía formaba parte de los recursos terapéuticos en los casos de oclusión de la vía aérea a que conduce la infección diftérica. Me llevó un tiempo comprobar que, con una mínima habilidad, una intubación endotraqueal por la boca puede solventar el problema sin echar mano del bisturí.

Las características clínicas de la difteria están ampliamente descritas en la literatura científica y académica. Pero hace falta pensar en ella, especialmente en ausencia de una situación epidémica. El diagnóstico lo confirma un cultivo faríngeo. Hay que recordar que la faringe alberga una multitud de microrganismos que deben considerarse flora saprofita, inocua. De hecho los únicos agentes bacterianos causantes de faringitis serían, además del ubicuo Estreptococo β hemolitico tipo A, el S. viridans y el Corynebacterium difteriae, las pasteurellas (pestis y turalensis), y el gonococo. El Mycoplasma y la Bordetella pertussis son también patógenos en la garganta pero no causan faringitis.

La evolución sin tratamiento lleva a un progreso de la infección incluso más allá del istmo de las fauces con la formación de membranas purulentas que ocluyen la vía aérea. Además la miocarditis tóxica acompaña a la mayoría de los casos fatales, que no son pocos. Cuando la caída de la Unión soviética y el desmembramiento de la URSS y el desorden subsiguiente, produjo un desabastecimiento de vacunas, se desencadenó una epidemia de difteria que causó 150.000 víctimas y más de 4000 muertes.

Para tratar el caso diagnosticado en Cataluña ha hecho falta recurrir a los stocks de antitoxina diftérica disponibles en la Federación Rusa, ya que en el entorno de la Unión Europea eran inexistentes.

Quizá es hora que el miedo cambie de bando. Se da por entendido que el empleo de las vacunas en general es fruto del miedo a padecer las enfermedades prevenibles. Prevención y prevenir son conceptos que incluyen actitudes, de una forma u otra, temerosas. Pero hace siglos del «más vale prevenir que curar». Y además de valer más, es más barato. La distancia entre el coste de la vacuna, de unos pocos céntimos y los 585 euros de cada día de hospitalización, calculando por lo bajo, en una UCI pediátrica, es considerable. Quizá también sea hora de anunciar a los antivacunas que sus decisiones son muy caras y que debería ellos afrontar su coste.

Pero es que, además, hoy es el Día Mundial de los niños víctimas de agresión, 4 de junio. Y a mi mi me falta muy poco para considerar que privar a un niño de protección, de una protección eficaz como son las vacunas, es una agresión sin paliativos a sus derechos a la integridad física y a la supervivencia. No vacunar a un niño no es tratarlo bien, como a todos los demás. Es tratarlo mal: una forma de maltrato. Y eso es un delito de omisión de asistencia a un menor, perseguible de oficio.

A mi los padres antivacunas me merecen escaso respeto. Sus argumentos son erróneos y falaces, su composición social de entre las clases más privilegiadas en educación y medios económicos, sus posturas próximas al pijerío insolidario, sus principios socio-religiosos en el borde del sectarismo. Unos incoherentes que se abrochan el cinturón de seguridad de sus automóviles e instalan programas antivirus en sus ordenadores personales, pero privan a sus hijos del derecho a protegerse de males indeseables. Me va a costar muy poco al próximo padre que se manifieste antivacunas y su hijo enferme de algo evitable, llevarlo ante el juez.

X. Allué (editor)

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4 junio 2015 at 9:45

No vacunas, no recibes asistencia infantil

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vaccineEl gobierno de Australia ha decidido que a partir de enero de 2016 las familias que no vacunen a sus hijos no recibirán asistencia social del estado en los diferentes programas que el país dispone.

Texto en inglés

The Australian government has announced that parents who have not vaccinated their children will not receive welfare or childcare benefits from January 2016.

On Sunday, Prime Minister Tony Abbott and Social Service Minister Scott Morrison announced the “no jab, no pay” policy. The strong stance against those known as «anti-vaxxers» will see Aussie parents potentially lose thousands of dollars in government assistance.

«Parents who vaccinate their children should have confidence that they can take their children to child care without the fear that their children will be at risk of contracting a serious or potentially life-threatening illness because of the conscientious objections of others,» Morrison’s office said in a press release.

Es una decisión drástica y que puede despertar discrepancias múltiples. La más elemental es que sólo los «ricos» que no dependan de ayudas sociales podrán permitirse el discutible lujo de objetar las vacunaciones. Pero pone de manifiesto lo en serio que se toma una democracia acreditada como la australiana el tema de las vacunas. La frase final de la nota del primer ministro australiano dice: «La elección que hacen las familias de no vacunar a sus hijos no tiene el apoyo de la políticas públicas ni la investigación médica, por lo que no debe tener el apoyo de los contribuyentes en forma de pagos por asistencia infantil.»

En este país hemos sido más tolerantes, quizá excesivamente. Los que ya hemos vivido otras épocas recordamos que las vacunaciones en la época de la dictadura eran obligatoriaspor ejemplo para acceder a la enseñanza, ingresar en una escuela o instituto. Como tantas otras cosas durante la autocracia resultó ser más un requerimiento burocrático que asistencial: lo que hacía falta era el papel, el certificado. Luego el acceso a las vacunas era menos fácil, aunque existiesen programas de vacunación escolar. Pero amplios sectores de la población infantil no se vacunaban, no por objeción sino por desidia, desinformación e incultura. Y la falta de provisión por parte del estado.

Deseamos que aquí y ahora encontremos el suficiente sentido común para no privar a ningún niño de su derecho a protegerse de las enfermedades prevenibles mediante vacunas.

X. Allué (Editor)

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15 abril 2015 at 9:12

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El valor social de las vacunas

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V0011069 Edward Jenner among patients in the SmallA estas alturas de la comedia de nuestras vidas no creo que haga falta glosar el valor sanitario, clínico, de las vacunas contra las enfermedades infecciosas actualmente disponibles. Y eso a pesar de los embates de las familias o incluso los científicos antivacunas.

Aunque el movimiento antivacunas haya reverdecido recientemente, no es algo nuevo. La imagen aquí al lado corresponde a una caricatura de principios del siglo XIX (The Cow Pock, James Gillray, 1802, Wellcome Library, London) donde se ve a los vacunados que les crecen vacas de brazos y piernas. Tuvieron que pasar casi 180 años desde el experimento de Jenner hasta la erradicación de la viruela (1979).

En estos días parece como si el último reducto antivacunas fuese el mismísmo Ministerio de Sanidad español que continúa procrastinando sobre la ampliación del calendario vacunal y la disponibilidad de la vacuna de la varicela, en contra de todas las propuestas de las sociedades científicas, los médicos y el público en general. Cuando, hace unos meses (La vacunación contra la varicela y los despropósitos institucionales), confiábamos que se trataría de un problema transitorio no tuvimos en cuenta la contumacia gubernamental.

Conviene recordar que la vacuna de la varicela está disponible comercialmente desde 1974 !!! Y que la Organización Mundial de la Salud publicó un «position paper» sobre el tema hace 18 años, en 1998 donde se especifica :

La probabilidad de que todos los niños contraerán la varicela,
combinado con una estructura socioeconómica que implica
altos costos indirectos para cada caso, hacen a la varicela relativamente
importante en los países industrializados con climas templados.
La vacunación infantil de rutina contra esta enfermedad
se estima que sea rentable en esas zonas.

 

La madre que me explicaba lo que le iba a representar que sus dos hijos en edad preescolar contrajeran la varicela este invierno, se refería a estos costes «indirectos». Tener los niños en casa varios días y consecutivamente, obligada a faltar o perder el trabajo, con la que está cayendo, resulta inasumible. Hacer que algún privilegiado amigo que vaya este fin de semana a esquiar a Andorra y le traiga la vacuna, a 40 euros el chute, es una opción más que válida. Pero socialmente inaceptable.

Esa madre igual puede permitírselo, pero este país, no. Es demasiado caro. En dinero, en angustia, en desazón, en desesperanza. Al final en indignación, de la que vamos sobrados.

Las decisiones del ministerio de Sanidad de la recientemente encausada señora Mato por corrupta, mantenidas por su escasamente competente sucesor AA, se suman al desprecio por la gente que venimos sufriendo en aras a unos principios que ya no son ideológicos sino psicopáticos.

X. Allué (Editor)

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9 marzo 2015 at 7:00

Los verdaderos peligros para los niños en el primer mundo

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PrevencionUna de esas listas de Internet de Preguntas y Respuestas me sugirió esta entrada sobre los que pueden ser los peligros de los niños occidentales que ponen a los padres de los nervios. La evidencia es que comúnmente los padres se preocupan y sufren por problemas o circunstancias de muy escasa probabilidad estadística y sobre las que, en general, poco pueden hacer por estar fuera de su posible control. Al mismo tiempo y a pesar de los constantes avisos y sesudas advertencias de las autoridades en las diferentes materias de la prevención, prestan caso omiso a indicaciones serias.

Por ejemplo, las familias mantienen una preocupación por que algún extraño pueda raptar a su hijo o hija, en cualquier sitio o por la calle y hacerle daño o incluso causarle la muerte. Se advierte a los niños de que no toquen superficies que puedan estar contaminadas aunque parezcan limpias y contraer alguna infección horrible que acabe con ellos en el hospital. O que, si bien ahora ha cedido la preocupación, un ataque terrorista pueda causar muerte y destrucción en la proximidad. Los viajes en avión motivan precauciones, subscripción de seguros de vida y efusivos abrazos de despedida.

Obviamente la truculencia de algunos medios de comunicación y especialmente las televisiones, contribuyen a fomentar tales creencias. Cierto es que el mundo está lleno de peligros, pero las compañías de seguros y los actuarios que las sirven, llevan decenios calculando la existencia de riesgos reales sobre los que basar sus inversiones más o menos millonarias. Y ello con una rendimientos que ya quisieran otras industrias. La verdad es que, si se tiene en cuenta el valor de la estadística para calcular la probabilidad de los riesgos, lo natural sería preocuparse de los factores de verdadero riesgo que tiene la vida de cada día. Lo más corriente es lo más frecuente.

El sedentarismo, la actividad física reducida, las más de 5 horas que cada niño consume delante de la tele, es la antesala de la obesidad y todas sus complicaciones: diabetes, hipertensión, cardiopatias coronarias, etc. reconocidas como las causas de muerte más comunes. Dos niños de cada tres no realiza el mínimo de actividad física recomendada para seres en crecimiento.

La dieta en exceso de calorías blandas y muy escasa en verduras y frutas, vegetales en general que aportan nutrientes que son esenciales.

Los accidentes de aviación , con todo su dramatismo afectan a un reducidísimo número de víctimas. En cambio los accidentes domésticos son los más frecuentes en la infancia y los de tránsito los que mayor mortalidad causan.

Las enfermedades infecciosas más graves que históricamente han afectado a los niños–sarampión, tosferina, difteria, poliomielitis, tétanos, etc–son las que actualente se previenen y evitan con los programas de vacunación. Y todavía existen imprudentes o desinformados que cuestionan el empleo de las vacunas.

 

Hay que seguir insistiendo en todo ello.

 

X. Allué (Editor)

Written by pedsocial

25 agosto 2014 at 14:52