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Cuento de una noche de Reyes

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imgresSupongo que habéis sido buena gente y que los Magos de Oriente habrán sido benévolos y generosos con todos. Aún queda un largo fin de semana para relajarse y descansar antes de comenzar el lunes con una nueva semana y, también un mes corto y un año que está por ver cómo nos va a tratar.

Mientras tanto y por si os sobra una porción de tiempo que vaya anunciar aburrimiento, os voy a contar un cuento. Quizá no tenga moraleja pediatrica social, más allá de que hay que estar siempre pendiente de los niños.

Lo podéis encontrar en mi otro blog: La Percepción selectiva.

X. Allué (Editor)

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6 enero 2017 at 18:20

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Ahogamientos, cierre de campaña…

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Simulacro en El sardineroHace cinco años defíníamos los ahogamientos como accidentes sociales. No se si por la penuria de noticias o porque me fijo más, parece como si este verano el número de ahogamientos ha sido superior. O más noticiado.

También es posible que haya más gente cerca del agua cuando habitualmente no lo estan. Sin embargo vemos que se repiten los patrones: coincide la edad, entre el año y los cinco, la hora del día, generalmente la tarde, un sábado, el agua dulce, o sea, piscinas, el primer día de las vacaciones y, en nuestro entorno, los niños de veraneantes europeos, sensiblemente de la Europa del Este.

Nos cuentan los responsables de emergencias en nuestro entorno que se han rescatado con vida más niños este verano. Lo que lamentablmente ha sucedido ha sido que la supervivencia sólo ha sido por un tiempo con soporte vital en una UCI, falleciendo después por daño cerebral por la anoxia. El seguimiento de la noticia del ahogamiento se extiende entonces varios días añadiendo dramatismo a los noticiarios.

Es obvio que lo único que puede hacerse es extremar las medidas de prevención tantas veces repetidas, y de las que la más importante es no perder nunca de vista a los pequeños. Socorristas y salvavidas viene ya después y no siempre se puede hacer nada.

Hace cinco años también decíamos que, comparativamente el mar se cobra menos víctimas. Pero en lo que respecta al Mediterráneo la tremenda tragedia de las muertes de emigrantes y refugiados estan cambiando el Mare nostrum por el Mare mortum. Y esos si que son accidentes sociales, de una sociedad, unas naciones, que no son capaces de encontrar una solución a las causas y una prevención a las consecuencias.

X. Allué (Editor)

(La foto que acompaña este post es de un simulacro realizado en El Sardinero, en Cantabria. Eldiario.es)

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30 agosto 2016 at 6:16

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Cinturón de seguridad en los autobuses escolares

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Guagua con niñosUn terrible accidente en la autopista entre Castellón y Tarragona se ha saldado con 13 muertos y una veintena de heridos. Era una excursión de estudiantes del programa Erasmus de las universidades de Barcelona a ver las Fallas. Las informaciones indican que ninguna de las víctimas llevaba abrochado el cinturón de seguridad.

Cuando inicias un viaje en avión, las regulaciones de la IATA obligan a que la tripulación ofrezca unas instrucciones y demande al pasaje que deben abrocharse los cinturones, lo que se hace con insistencia. Las regulaciones de tráfico hacen obligatorio el uso de cinturones de seguridad para todos los pasajeros de un automóvil, bajo pena de sanción, de multa.

Sin embargo, los transportes colectivos por carretera parecen como excluidos de esa obligación. Aunque es cierto que la mayoria de los asientos en autobuses modernos van provistos de cinturón, obligatorio desde 2006, su uso es escaso u ocasional. Los autobuses urbanos ni siquiera ofrecen esa posibilidad y eso que muchos realizan trayectos largos por carretera entre barriadas distantes a velocidades considerables.

¿Y los transportes escolares? La norma también indica que deben ir provistos de cinturones y que los pasajeros los deben llevar abrochados…»si son mayores de tres años«!!!! Los parvulos, sin protección.

El uso de cinturones de seguridad en los autobuses escolares tiene un cumplimiento errático e irregular en este país. Y lo vamos a pagar caro.

X. Allué (Editor)

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5 abril 2016 at 18:02

Temas viejos y temas nuevos de Pediatría social

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1438444833770Una nueva etapa puede empezar en cualquier momento. El curso académico comienza en días distintos en diferentes países y centros (https://en.wikipedia.org/wiki/Academic_term). Hasta hace poco se decía eso de : «En agosto, frío al rostro» aunque creemos que se refiere a la segunda quincena porque, en cambio, los primeros días de agosto siempre han sido los más calurosos culminando con el día 10, San Lorenzo, patrono de parrillas y sartenes (y de Huesca). Pero hacia el 15, en las latitudes más septentrionales ( y en Burgos) efectivamente un cierto fresquillo invita al jersey y la colcha por las noches. En muchos «college» , las universidades para pregrados en los Estados Unidos, la tercera semana de agosto ya muestra movimiento.

Es a quienes ya hayan concluido sus vacaciones y vivan en países frescos, o disfruten del invierno en el hemisferio sur, a quienes nos dirigimos. Porque los que están ahora en Salou, en Ibiza o en Marbella, poco tiempo van a dedicar a los blogs profesionales. A menos que las noticias les asalten con inquietudes. Por ejemplo, esta semana hemos visto muertes de niños en accidentes (Cerezal de Aliste, Zamora) o degollados por su padre (Moraña, Pontevedra) muestra de dos de las principales causas de muerte infantil en nuestra sociedad donde las enfermedades comunes mantienen un bajísimo saldo de mortalidad. Ya lo dijimos en otra ocasión: los niños no se mueren, los matan (o se matan).

Lo que resulta evidente es que esas causas de muerte infantil son decididamente de origen social. No son infecciones ni neoplasias, ni enfermedades degenerativas o malformaciones. Y es en el ámbito de la Pediatría social donde han de hallarse las respuestas.

Los accidentes son eso, accidentales. Pero caben medidas preventivas. Sin conocer detalles del luctuoso suceso de Cerezal de Aliste nos cabe la sospecha de que fuese posible que las medidas de seguridad de los menores no fuesen las adecuadas, a la vista de que del tremendo choque sobrevivieron los dos ocupantes del vehículo más mayores que ocupaban los asientos delanteros. Además de que por la hora del accidente y el lugar y origen de los viajeros se pueden suponer largas horas de conducción, desde Francia a Portugal.

Que la perversidad de un padre le lleve a acabar con la vida de sus hijos en el curso de un proceso de separación matrimonial, es otro episodio de violencia doméstica en su grado más extremo. Mal camino lleva la prevención de la violencia machista en esta parte del mundo, donde las causas son varias sin excluir un substrato cultural más o menos ancestral. Los agentes y profesionales dedicados a la atención social se ven normalmente sobrepasados por este tipo de acontecimientos. Es la sociedad en su conjunto la que debe plantearse la vigilancia y el manejo de las situaciones así como mantener un elevado grado de alerta en las situaciones de conflictividad doméstica. No va a bastar con llamadas al teléfono 016.

Temas viejos que se hacen nuevos por los acontecimientos de cada día.

X. Allué (Editor)

 

Por si a algún lector se le ha olvidado o no lo sabe: este blog admite comentarios, y los recibe con satisfacción. Y responde.

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3 agosto 2015 at 8:07

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Los verdaderos peligros para los niños en el primer mundo

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PrevencionUna de esas listas de Internet de Preguntas y Respuestas me sugirió esta entrada sobre los que pueden ser los peligros de los niños occidentales que ponen a los padres de los nervios. La evidencia es que comúnmente los padres se preocupan y sufren por problemas o circunstancias de muy escasa probabilidad estadística y sobre las que, en general, poco pueden hacer por estar fuera de su posible control. Al mismo tiempo y a pesar de los constantes avisos y sesudas advertencias de las autoridades en las diferentes materias de la prevención, prestan caso omiso a indicaciones serias.

Por ejemplo, las familias mantienen una preocupación por que algún extraño pueda raptar a su hijo o hija, en cualquier sitio o por la calle y hacerle daño o incluso causarle la muerte. Se advierte a los niños de que no toquen superficies que puedan estar contaminadas aunque parezcan limpias y contraer alguna infección horrible que acabe con ellos en el hospital. O que, si bien ahora ha cedido la preocupación, un ataque terrorista pueda causar muerte y destrucción en la proximidad. Los viajes en avión motivan precauciones, subscripción de seguros de vida y efusivos abrazos de despedida.

Obviamente la truculencia de algunos medios de comunicación y especialmente las televisiones, contribuyen a fomentar tales creencias. Cierto es que el mundo está lleno de peligros, pero las compañías de seguros y los actuarios que las sirven, llevan decenios calculando la existencia de riesgos reales sobre los que basar sus inversiones más o menos millonarias. Y ello con una rendimientos que ya quisieran otras industrias. La verdad es que, si se tiene en cuenta el valor de la estadística para calcular la probabilidad de los riesgos, lo natural sería preocuparse de los factores de verdadero riesgo que tiene la vida de cada día. Lo más corriente es lo más frecuente.

El sedentarismo, la actividad física reducida, las más de 5 horas que cada niño consume delante de la tele, es la antesala de la obesidad y todas sus complicaciones: diabetes, hipertensión, cardiopatias coronarias, etc. reconocidas como las causas de muerte más comunes. Dos niños de cada tres no realiza el mínimo de actividad física recomendada para seres en crecimiento.

La dieta en exceso de calorías blandas y muy escasa en verduras y frutas, vegetales en general que aportan nutrientes que son esenciales.

Los accidentes de aviación , con todo su dramatismo afectan a un reducidísimo número de víctimas. En cambio los accidentes domésticos son los más frecuentes en la infancia y los de tránsito los que mayor mortalidad causan.

Las enfermedades infecciosas más graves que históricamente han afectado a los niños–sarampión, tosferina, difteria, poliomielitis, tétanos, etc–son las que actualente se previenen y evitan con los programas de vacunación. Y todavía existen imprudentes o desinformados que cuestionan el empleo de las vacunas.

 

Hay que seguir insistiendo en todo ello.

 

X. Allué (Editor)

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25 agosto 2014 at 14:52

Un oso panda de peluche con una tirita

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Un oso panda de peluche con una tiritaLos niños, desde muy pequeños, tiene clara la idea del dolor, de las heridas, de los «daños». Porrazos, caídas, cortes, quemaduras, heridas, ampollas… forman parte de la experiencia de vivir. Los que se estrenan en esto de la vida están naturalmente expuestos con mayor facilidad. Controlan mal sus movimientos, son menos estables, tienen el centro de gravedad del cuerpo más alto (la cabeza les pesa más), no prestan atención a posibles riesgos y el mundo cruel les espera con toda clase de agentes dañinos.

Gestionar con los niños éste tipo de problemas requiere algo más que sensibilidad o cariño. Es preciso prestar mucha atención porque de nuestra actitud ante los pequeños accidentes dependerá la apreciación que los niños vayan adquiriendo de esas experiencias naturales.

La causa. Generalmente los accidentes menores son eso: accidentes. De ocurrencia aleatoria. En ocasiones puede mediar alguna imprudencia por parte de la propia víctima o por parte de otros.

En todo caso conviene identificar la causa, para entenderla nosotros y para explicársela al niño. Conviene distinguir causa y culpa. La culpa es una consideración moral que se presta a interpretaciones. No conviene por tanto incluirla en el discurso, al menos al principio. Esa gestualidad de que, ante un tropezón con una mueble, se juegue con el niño diciendo «…ha sido culpa de la silla, Mala, mala, la silla» con la pretensión de distraer la atención del lloroso. Es muy fácil crear confusiones inútiles e incluir las culpas cuando ni siquiera son exigibles. Los niños pueden ser inmaduros, ingenuos y crédulos, pero no son tontos. Muy pronto saben que las sillas no se mueven solas ni tienen sentimientos…

Y también evitar responsabilizar al propio niño de su pequeña desgracia, faltaría mas!.

Las manifestaciones, los signos y síntomas. Hay que hacer una evaluación, aunque sea somera, de la lesión. Quitar o retirar la ropa, mirar por todos los lados e investigar otras lesiones concomitantes. Dirigirse al niño, si ya tiene edad para explicarse y preguntarle cuánto le duele, dónde y dónde más. En medio de llantos y alaridos a veces se puede distraer al niño dirigiéndose de frente e interesándose por su versión y apreciación del daño. Se le puede distraer pidiéndole que lo compare con otras experiencias que haya podido tener o de alguna forma conocer.

Se puede describir las lesiones para el niño para que adquiera el lenguaje que las define y así tener una terminología común. Es mejor evitar los eufemismos, sobre todo los infantilismos ridículos como «pupa» y demás. Infantilizar las situaciones sirve para poco y retrasa maduraciones de los niños (y de los padres). Los niños son gente seria y quieren que se les tome en serio. Si describimos bien las lesiones nos servirá para seguir la evolución con el propio niño.

El tratamiento «clínico». Los «primeros auxilios deben estar disponibles en todos los hogares. Un botiquín simple y ordenado (y revisado periódicamente para que no se «pasen» los remedios) con algún agente antiséptico, vendas y esparadrapo o similares, que se pueda utilizar con un mínimo de eficacia, ayuda a los niños a entender que tenemos cosas y métodos para atenderlos, mejorando su confianza.

Por descontado que si la lesión escapa de nuestras posibilidades más elementales, lo mejor es acudir a un centro de salud.

El tratamiento parental. Cualquier incidencia más que considerarla un contratiempo debe servirnos como oportunidad para enseñar y educar a los niños ante los accidentes y contrariedades. La serenidad, los tonos de voz bajos y los movimientos precisos, es decir: lo contrario a las prisas, los gritos y los aspavientos se convierten en lo más fundamental ante un contratiempo.

(Y como consejo adicional, pensar en utilizar los «objetos de transferencia» si el niño los utiliza: la tirita en el pie del oso panda puede tener un excelente efecto curativo…)

X. Allué (Editor)

 

 

 

 

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18 agosto 2014 at 6:00

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Alicante: niño muerto, niño vivo

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Hanging baby dollEstos días en la levantina ciudad de Alicante se han visto dos dramas en los que niños han sido víctimas de violencia. Un niño de 9 años ha muerto a causa de la metralla que un petardo ha generado al hacer explosión dentro de una lata vacía de refrescos. Una esquirla metálica le ha causado heridas en el cuello que le han costado la vida.

Casi simultáneamente una madre ha arrojado su bebé recién nacido por la cañería de un desagüe. Casi 40 horas después fue rescatado con vida y se recupera en la Unidad neonatal de un hospital local, con buen pronóstico.

La diferencia de resultados sólo pone énfasis en las veleidades de la fortuna. Pero el origen es de una violencia hacia los niños innegable. Por imprudencia o por desesperación, pero en todo caso inexcusable.

La fiesta tiene sus costes y las celebraciones multitudinarias, sean hogueras, carreras con toros bravos, saltos y danzas o desenfrenos varios, comportan daños, lesiones y disgustos. Y ocasionalmente muertes, generalmente debidas a imprudencias no siempre fáciles de controlar.

El infanticidio es una práctica antigua, incluso presente en muchas especies de animales superiores, con raíces eugenésicas ancestrales de no siempre fácil explicación. Pero en éste siglo XXI y en el mundo occidental el infanticidio de un recién nacido es el resumen de toda una serie de desastres, inconsistencias y despropósitos de origen social, político y cultural. El embarazo no deseado tiene múltiples recursos preventivos, ampliamente divulgados. Incluso una vez iniciado la legislación contempla soluciones y la sociedad ofrece apoyos que pueden resolver el compromiso y adaptarlo a circunstancias, ideologías y biografías. Hasta que llegaron los bomberos y los neonatólogos ofrecieron sus servicios, toda una serie de instituciones y personas han fallado o perdido la oportunidad de evitar tan tremendo desenlace. Tanto las que presumiblemente deben prevenirlo como las que se oponen irracionalmente a esas medidas preventivas desde puntos de vista doctrinales. Bomberos y pediatras sólo y ex post facto pueden ser la solución.

Los niños merecen que todos estemos más atentos a los riesgos a los que pueden verse expuestos.

X. Allué (Editor)

 

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26 junio 2013 at 9:18

Los niños con riesgo VI. Accidentes.

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Ya nos hemos referido anteriormente a los riesgos que los accidentes comportan. Actualmente son la primera causa de mortalidad infantil, salvado el período neonatal, en los países avanzados. Los accidentes no tienen más manejo que su prevención, de manera que el conocimiento de la existencia de los riesgos de accidentes es una obligación ineludible.

Domésticos. El hogar es donde más tiempo pasan los niños pequeños. Por tanto es donde más fácilmente van a producirse los accidentes. En esto están de acuerdo todas las estadísticas.

Dentro del hogar el sitio más peligroso es la cocina, quizá porque no se puede decir que haya hogar sin un “hogar”, un fuego donde cocinar (En la Edad media los censos de población en Cataluña se hacían contando los fuegos, “fogars”, que solían ser bastante precisos) El fuego para cocinar, los líquidos calientes, los utensilios cortantes utilizados para manipular los alimentos, los propios alimentos o los elementos de limpieza que se guardan en las cocinas son los vehículos de los accidentes. Pero los descuidos son la causa. La otra dependencia peligrosa es el cuarto de baño: las superficies resbaladizas favorecen las

Caídas y traumatismos. La inexorable fuerza de la gravedad va a dar con nuestros huesos—o los de los niños—en el suelo. Y los niños pequeños tienen el centro de gravedad bastante alto porque la cabeza les pesa más que las piernas. Eso sumado a la inestabilidad neuromuscular y el movimiento continuo hace las caídas frecuentes. Si hay desniveles como escaleras, balcones, terrazas o tapias, las consecuencias pueden ser peores.

Si los niños están en un sitio del que puedan caerse, lo más probable es que se caigan. No es la ley de Murphy: le podéis poner mi nombre. O el de Newton.

Intoxicaciones. La curiosidad natural de los niños entre el año y los cinco o seis les lleva a probarlo todo. Para distinguir si es comestible o no, lo natural es que se lo lleven a la boca. Pero los niños no son tontos; para que ingieran algo tiene que existir un motivo: que esté a su alcance, que tenga un aspecto atractivo, que sea fácil de conseguir e ingerir. O que algún imprudente lo haya puesto a su alcance en un envase que sea familiar para el niño, como poner detergentes o combustibles en botellas de refrescos…

Por debajo del año los niños no se envenenan, los envenenan. Alguien, por error, descuido o intención aviesa, les ha administrado el tóxico. Cuidadín…

Y con más de seis años los niños ya saben lo que es bueno para comer y lo que no, de manera que debe existir alguna circunstancia favorecedora, intencionalidad o, eventual y lamentablemente, un intento de autoagresión.

Quemaduras. El contacto de la piel con objetos o substancias a más de 60º centígrados va a producir una lesión. Cuanto más alta sea la temperatura, cuanta más superficie corporal resulte expuesta y cuanto más tiempo se mantenga el contacto más grave será la lesión, la quemadura. No es aquí un sitio para elaborar la importancia y gravedad de las lesiones térmicas. Aunque sí recordar que en el caso de incendios, los daños producidos por la inhalación de humo y los productos de la combustión—monoxido de carbono y gases derivados de la combustión de plásticos que contienen ácido cianídrico–suelen anteceder a las quemaduras y son la principal causa de muerte.

Ahogamientos. Ya lo hemos recordado en varias otras ocasiones. La existencia de acumulaciones de agua, bañeras, piscinas, balsas, charcas, canales, lagos y, naturalmente, el mar, ofrecen oportunidades para que un niño caiga en ellas y no sea capaz de mantenerse a flote. El principio de los veranos, el primer día de las vacaciones, los niños desatendidos y otras imprudencias convierten el contacto con el agua un peligro notable.

De tránsito. La generalización del tráfico de vehículos a motor en todo el mundo en los últimos sesenta años, ha convertido a los accidentes relacionados con el conflicto entre los niños y los citados vehículos a motor, ya sea como viajeros en ellos o como peatones atropellados, en una causa importante de lesiones y muertes. El tráfico rodado está sometido en todos los países civilizados a un considerable cuerpo legal de regulaciones y normas designadas para prevenir y evitar los accidentes. El elemental respeto a todas esas regulaciones debería reducir notablemente los accidentes. Lamentablemente la impredictibilidad de los vehículos en movimiento y, también, la de los niños, las hacen a menudo inútiles. Prudencia.

X. Allué (Editor)

Written by pedsocial

16 agosto 2012 at 6:00

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