Los restos del Imperio

A mass grave containing the remains of 215 children has been found in Canada at a former residential school set up to assimilate indigenous people. The children were students at the Kamloops Indian Residential School in British Columbia that closed in 1978. The discovery was announced on Thursday by the chief of the Tk’emlups te Secwepemc First Nation.
Prime Minister Justin Trudeau said it was a «painful reminder» of a «shameful chapter of our country’s history».
The First Nation is working with museum specialists and the coroner’s office to establish the causes and timings of the deaths, which are not currently known. Rosanne Casimir, the chief of the community in British Columbia’s city of Kamloops, said the preliminary finding represented an unthinkable loss that was never documented by the school’s administrators.
Canada’s residential schools were compulsory boarding schools run by the government and religious authorities during the 19th and 20th Centuries with the aim of forcibly assimilating indigenous youth.
Text from BBC News.
_________________
Seguiremos viendo aparecer los restos de las imposiciones genocidas de los imperios, con niños como víctimas…
Experimentando el racismo
Este es el discurso que pronunció mi nieta Anna al final del año escolar 2021. Anna tiene dieciséis años, es de origen africano (etíope), creció y vive en Zurich, Suiza.
Experimentar el racismo
¡Hola! Mi nombre es Anna Triebold y voy a hablar sobre la experiencia del racismo. Estoy segura de que cada uno de vosotros ha experimentado el racismo de alguna manera. Solemos hablar mucho de eso porque es una discusión muy común, pero ¿qué significa ser racista? ¿Cuál debería ser tu respuesta cuando alguien te dice que estás siendo racista?
El racismo se ha generalizado en nuestra sociedad. La gente usa mucho la palabra racista. Pero, ¿a qué nos referimos cuando llamamos racista a alguien? El racismo es prejuicio. Es la injusticia y la discriminación contra una persona o personas basadas en su pertenencia a un grupo racial o étnico particular. Esto es lo que te dirá Google. Todo esto es cierto, pero lo que interpreto como racismo es mirarme de forma extraña por el color de mi piel, sentarse al otro lado del tren cuando me siento a tu lado, asumir que no hablo el mismo idioma, asumir que no tengo dinero, ser demasiado amable para mostrar lo «no racista» que eres, decirme que tienes «amigos negros», decir que soy muy guapa para alguien con este color de piel y preguntarme de dónde soy hasta que escuchas la respuesta que en realidad querías escuchar. Todas estas cosas me han pasado.
Podrías pensar que esto no es tan malo porque hay personas que son tratadas mucho peor y tienes razón, hay personas con problemas más importantes. Pero eso no hace que sea correcto que yo acepte todas estas cosas. Sé a ciencia cierta que tendré que vivir con esto por el resto de mi vida. Voy a tener que aceptarlo porque eso es lo que me enseñaron a hacer.
Me gustaría darles un ejemplo de algo que sé con certeza que es un problema muy común que la mayoría de las personas negras han experimentado en su vida. La pregunta que les hacen es «¿Puedo tocar tu cabello?» Ahora te preguntarás qué tiene de malo preguntarle a alguien si puedes tocar su cabello. O «Nunca he tocado a un afro y quería ver cómo es la textura». Pedir que alguien te deje tocar el cabello es un comportamiento invasivo y microagresivo. Lo único peor que eso es asumir que está bien tocar el cabello de alguien sin permiso. Si no eres una persona negra, solo quiero que te preguntes esto: ¿cuántas personas te han pedido que les dejes tocar el pelo? Es probable que el número para una persona no negra sea bajo. Al pedir tocar el cabello de una persona negra, estás diciendo que el cabello de los blancos es normal y cualquier cosa diferente es anormal. Otra razón es que deja a una persona negra en una posición incómoda. Solía sentirme obligada a decir que sí, para que la gente no pensase que yo era difícil o mezquina. Si digo que sí, me siento como si estuviera en exhibición.
A veces, el racismo no es algo que se ve. La gente niega el racismo cuando no es visible. Esto significa que la sociedad nos enseñó a negar el racismo. Si alguien fuera acusado de racista lo negaría porque es un tabú social. Las personas a menudo simplemente eligen lo «fácil» o «conveniente» cuando se encuentran en una situación difícil. Pero su cobardía priva a otros de su libertad. Fingir no ver lo que todavía está sucediendo en el mundo solo te vuelve ingenuo e ignorante. Esto no nos hará olvidar los años de esclavitud, sufrimiento y supervivencia y ciertamente no traerá de vuelta los cientos de culturas que han sido eliminadas por la intolerancia. Como resultado, las personas de color comienzan por esforzarse mucho para que los blancos se sientan cómodos con ellos. Si es intencional o no, los blancos se sienten más “normales” cuando una persona de color actúa como blanco frente a ellos. Ahora bien, ¿qué quiero decir con «actuar blanco»? Es para que los blancos se sientan cómodos y estén familiarizados con la forma en que las personas de color se comportan frente a ellos. Entonces, el deseo de que alguien «actúe como blanco» es solo para su beneficio.
Sin embargo, estamos en el siglo XXI. Pensarías que las cosas han cambiado. Pero no es así. La gente todavía muere por su apariencia. La gente no consigue trabajo por el color de su piel. Los niños son abusados porque hablan un idioma diferente. Porque, ¿cómo se atreve alguien a hablar un idioma diferente? ¿Cómo se atreve alguien a caminar con la piel con la que nació? Las personas racistas pueden quitarte tu identidad.
No todas las personas negras se asocian con delitos y no todos los asiáticos son chinos. Dejadme dar un ejemplo: los asiáticos han estado recibiendo mucho odio desde Covid-19, todos lo sabemos. Ahora el racismo contra las personas de ascendencia asiática, que no es nada nuevo, ha aumentado enormemente. Ha habido un aumento en el miedo a abusos racistas debido a los insultos verbales y las agresiones físicas que los asiáticos han estado sufriendo cada vez más. Ahora bien, esto prueba mi punto de nuevo. La gente tiene miedo y en lugar de culparse a sí misma, culpa a la gente que no se parece a ella. Y la única persona a la que se está ayudando al hacerlo es tí mismo. Lo peligroso del racismo es que la gente ya no te ve como una persona, te ven como una amenaza y como algo menos que ellos.
La gente no nace racista. Lo que desencadena el racismo es la sociedad. La sociedad nos enseña a ser racistas. A veces son cosas de las que no eres consciente. Por ejemplo, cuando era pequeña dibujábamos en la escuela. Solían enseñarnos todos los colores. Había este color blanco/rosa y nos enseñaron a llamarlo color carne. Como era pequeña realmente no pensaba en eso. Pero ahora me doy cuenta de que nos estaban mostrando que solo hay un tipo de color de piel. Sabía que no era de ese color, pero de alguna manera nunca pensé en empezar a dibujar la piel de personas con un color más oscuro. Aunque sabía que no tenía el mismo aspecto que mis compañeros de clase. Sabía que no era blanca.
Y ahora, ¿qué se supone que debes hacer cuando una persona de color se te acerca y te dice que eres racista? Lo peor que puedes hacer es NEGARLO. No expliques por qué lo que hiciste no es racista. Acéptalo. Piénsalo. Piensa en cómo lo que hiciste o dijiste podría afectar la salud mental de alguien. Ponte en esa posición. Intenta educarte a tí mismo.
Primavera de 2021
Los niños con riesgo social
Este texto figura como archivo en este blog (https://pedsocial.files.wordpress.com/2012/09/los-nic3b1os-con-riesgo-social-texto-completo.pdf)
Pensamos que reproducirlo como una entrada más puede simplificar el acceso. Escrito en 2012, mantiene su vigencia. Toma unos 10 minutos leerlo. Estudiarlo un poco más.
XA.
.
Les enfants de la Creuse – Una historia vergonzante del estado francés
Les enfants de la Creuse figuran en la Wikipedia en inglés como una breve nota. En francés la referencia es más amplia y contempla el affaire en su extensión , desde la primera intervención hasta las más recientes referencias.
A pesar de la proximidad geográfica y mi ocupación en temas que afectan a los derechos de los niños hasta esta tarde no tenía ni noticia de los acontecimientos que determinaron el abuso y maltrato de dos millares de niños por parte del moderno estado francés. Pero no en el siglo XIX u otra época remota, sino ya avanzada la segunda mitad del siglo XX y con consecuencias que llegan hasta la actualidad.
Estaba disfrutando de una larga y aburrida tarde dominical delante de la televisión, cuando tras un desordenado «zapping» nos detuvimos en un telefilm francés «Una mentira olvidada» de formato policiaco, en el que una brava inspectora intenta desentrañar la muerte y sospechado asesinato de una joven de origen africano en una pequeña población de la región de la Nouvelle-Aquitaine, en el centro de Francia. Llama la atención que tanto la inspectora como la víctima resultan ser descendientes de un contingente de niños originarios de la isla de Reunión, en el sur del Océano Índico, traídos a Francia en los años 60 del siglo XX. Ignorante del hecho y estimulada mi curiosidad, os ofrezco el resultado de una breve excursión por la Internet.
En una insólita y desafortunada decisión, el gobierno francés preocupado por la despoblación de ciertas áreas rurales de Francia por el éxodo hacia las grandes ciudades, decidió que una solución podría ser llevar allí personas jóvenes, básicamente niños, que se enraizaran allí. La idea era que se tratase de niños huérfanos o abandonados y dejarlos en custodia de familias sin descendencia. A ello añadieron la perversidad de que fuesen niños sin lazos sociales que, al crecer no se marchasen de donde les habían llevado. Y como perversidad añadida, de características raciales que no les hiciesen fácil desplazarse. En resumen: niños negros. El promotor fue el por entonces diputado y representante en la Asamblea Nacional por la isla de Reunión, Michel Debré, hasta hacía poco, Primer Ministro de la V República.
De 1963 a 1982, 2.150 niños de la isla de Runión, «abandonados o no» y registrados por la fuerza por las autoridades francesas en la Dirección Departamental de Salud y Asuntos Sociales, fueron desplazados por las autoridades para repoblar a los departamentos metropolitanos víctimas del éxodo de las zonas rurales como la Creuse, Tarn, Gers, Lozère, y los Pirineos-Orientales. Los niños desplazados fueron declarados «custodiados estatales», es decir que sus padres ya no tenían ningún derecho sobre ellos. Una minoría de estos niños eran huérfanos. Cientos de padres analfabetos firmaron informes de abandono que no podían descifrar, y que nunca volvieron a ver a sus hijos.
El destino de los niños fue variado. Algunos fueron adoptados, otros se quedaron en las casas que les acogieron o sirvieron como mano de obra gratuita en las granjas, quienes los campesinos de todo el Creuse luego los usaron como «buenos para todo» o » trabajadores sin salarios «. El historiador Ivan Jablonka habla de casos de «esclavitud» o situaciones de maltrato en las familias adoptivas. La mayoría de estos niños «quedaron marcados de por vida».
Todo un desastre.
Mi particular ajuste de cuentas con el pasado me lleva a comentar la figura de Michel Debré o, mejor, en relación con su padre, Robert Debré. Robert Debré (1882-1978) ha sido considerado como el padre de la pediatría francesa moderna. Cuando me aproximé al mundo de la Pediatría académica, a mediados de los años sesenta del siglo XX, los pomposos jerifaltes de la Pediatría española, hablaban y no paraban del profesor Debré. Hay que recordar que el mundo académico español durante los negros años del franquismo era notablemente francófilo. A pesar del odio sarraceno contra Francia y los franceses, antiguo, enraizado en mil conflictos desde Roncesvalles hasta las guerras napoleónicas, el mundo ilustrado español mantenía un cierto papanatismo respetuoso hacia lo francés. La lengua francesa era la mayoritaria como lengua extranjera en institutos y universidades. La proximidad como lengua romance probablemente facilitaba la comprensión lectora, aunque luego fueran muy pocos los que»fablaran gabacho«.(Ver el post: Lenguas y lenguajes). Algunos de los eminentes pediatras españoles de la época estudiaron con el Profesor Debré, mientras otros se limitaron a citarlo como si fuera el oráculo de Delfos. Por muy respetable que fuera, y a la vista de los que se declaraban sus discípulos o seguidores, a mi la Pediatría de síndromes y sindromitos y la persistente manía de los empingorotados catedráticos de llenar las actas de los congresos con comunicacions sobre niños con malformaciones raras o monstruitos diversos, dejó de interesarme en seguida. Me parecía que el único propósito de los catedráticos de Pediatría españoles era descubrir un nuevo caso nunca antes descrito, al que poder asignar su nombre y con ello pasar a la historia de la Pediatría académica. Era como si la sabiduría pediátrica consistiese en recordar la onomástica nosológica, si era posible con tres o cuatro nombres (Marchand-Waterhouse-Frederiksen, Legg-Calvé-Perthes, etc.) en vez de llamar las cosas por su nomenclatura biológica (Sepsis meningocócica, displasia de cadera, p. ej.), manteniendo un arcano reservado a los doctos. Mamonadas de ignorantes.
Mi respeto por el profesor Debré, o mi distante respeto, si acaso, se ve ahora confirmado cuando no supo enseñarle a su hijo, tan listo, tan Primer Ministro y tan poderoso él, que hay cosas que no deben hacerse con los niños. Y una de ellas es separarlos de sus padres y deportarlos a nueve mil kilómetros de distancia por un delirio demográfico.
Michel Debré, meapilas irredento a pesar de descender de unos respetables rabinos judíos de la Alsacia, merece pasar a la historia de los execrables violadores de los derechos de los niños.
X. Allué (Editor)
Faltan pediatras, ¿o no? Lo que faltan son psiquiatras infantiles
Personalmente estoy convencido de que no faltan pediatras. Hay otras formas de resolver la desproporción entre la demanda y el número de profesionales y eso, como ya he dicho, merece otro espacio de discusión. En cambio estoy muy convencido de que nuestra red de asistencia a la salud mental es muy deficiente. Puesto a echar de menos profesionales, a mi lo que me parece que faltan son psiquiatras.
Especialmente psiquiatras infantiles.
La atención a la salud mental en el estado siempre ha estado la proverbial hermanita pobre del sistema. La cuestión viene de muy atrás porque los trastornos mentales crean desazón en las gentes y, en consecuencia, en los poderes. El loco siempre es un marginado, un estigmatizado que «no cuenta» en las cábalas del estado. Porque no quede por no dicho, la todopoderosa Iglesia católica de siempre ha obviado la existencia de enfermos mentales. De alguna forma, escapan del control de sus almas que, al menos teóricamente, es la ocupación de los clérigos. De la antigüedad se les sitúa en las proximidades del mal, poseídos por fuerzas demoníacas, al margen de la humanidad de los hijos de Dios. La aparición de las modernas teorías sobre la patología mental hace más o menos 150 años tuvo también un mal recibimiento por las autoridades eclesiásticas. Pero esa realidad histórica no justifica que la racionalidad creciente en esos mencionados ciento cincuenta años no haya conseguido normalizar la asistencia a las enfermedades mentales en el contexto de la asistencia sanitaria occidental. Todavía quedan muchos puntos oscuros y muchas aristas que limar. El avance que supuso la desinstitucionalización de los enfermos mentales, su liberación de prisiones manicomiales, no se acompañó del desarrollo de recursos suficientes y eficaces en régimen abierto. La formación de profesionales, médicos y auxiliares, continuó siendo escasa en número y calidad. Los progresos en la farmacología apenas ha comenzado a tener efectos significativos en las últimas dos décadas.
En el ámbito de la salud mental infantil el progreso ha sido aún más pobre. Una parte se debe, al menos en este país, en la abstrusa interferencia administrativa en el reconocimiento de la especialidad de Psiquiatría infantil, separada de la psiquiatría del adulto. Los intereses corporativos han prevalecido por encima de una realidad tanto científica como social, a una gran distancia de lo que ocurre en todos los países de Europa, en desprecio de evidencias y normativas. Que la base de algunos trastornos mentales sea orgánica, a menudo hace inseparable de Psiquiatría infantil de la Neuropediatría, pero esa especialidad también tiene limitaciones del número de profesionales, básicamente todos hospitalarios. El recurso a otras profesiones aliadas como la Psicología y o la Pedagogía y la implicación de esos profesionales en la atención a los problemas en el ámbito escolar no cubre todo el ámbito de la salud mental infantil.
No se si es preciso recordar que un niño de cada cinco puede padecer problemas mentales en algún momento de su vida de desarrollo. Y que una buena parte de la patología mental del adulto está enraizada en la infancia.
Sirva esto de una llamada más a la atención de todos sobre unas deficiencias que, a estas alturas del siglo XXI del que ya hemos cubierto una quinta parte, deberían tener mejor futuro.
X. Allué (Editor)
Padres o madres que darían positivo en alcohol o drogas
Las policías de casi todo el mundo instalan controles de alcoholemia en las carreteras en prevención de accidentes de tránsito. En el caso de accidentes u otras incidencias es habitual someter a los conductores a controles de alcohol y otros tóxicos. Desde hace tiempo, conducir bajo los efectos de sustancias psicotrópicas ha dejado de ser un atenuante a convertirse en una agravante de cualquier conducta.
Un editorial de la revista Lancet ( https://doi.org/10.1016/S0140-6736(19)33050-8) nos llama la atención a los riesgos que acompañan a la crianza de niños por parte de personas bajo la influencia de psicotrópicos de diversos tipos. Mientras que estamos muy decididos a impedir que alguien que haya consumido alcohol u otros tóxicos pueda operar con vehículos a motor, tenemos poco que decir de dejar la crianza de niños en manos de tales personas.
Es cierto que en casos flagrantes, cuando se comprueban las toxicomanías mantenidas y se detectan sus efectos sobre los hijos, previa denuncia suelen intervenir las agencias de protección a la infancia o las instancias judiciales. Pero se puede afirmar que eso es actuar después del desastre y en casos flagrantes que necesariamente representan la proverbial «punta de iceberg». La pregunta es qué hacemos con el resto y si seríamos capaces de arbitrar formulas preventivas de alguna eficacia.
No me imagino hacer controles esporádicos de alcoholemia de los padres en la puerta de las escuelas. O emplear perros detectores de drogas, como se hace con las maletas en los aeropuertos, olfateando los bolsos de las mamás en la guardería. Pero…
(Evidentemente que antes habría quizá que establecer esos controles a la entrada del Congreso de los Diputados, en cuya cafetería se dispensan bebidas alcohólicas a bajo precio.)
Nuestro libro de Pediatría psicosocial, actualmente agotado, incluye un breve capítulo sobre toxicomanías parentales:
63. TOXICOMANIAS DE LOS PADRES
La adicción a tóxicos diversos es un condicionante del desarrollo psicosocial de los niños. Los efectos de los tóxicos pueden afectar a los niños de manera directa, también por transmisión vertical de la madre embarazada y como factores de distorsión de las conductas de los padres.
Las toxicomanías se asocian a otros problemas como pueden ser las enfermedades mentales, la delincuencia, la marginación, la desestructuración familiar, los malos tratos y abusos sexuales, la negligencia, el abandono, la pobreza o la corrupción que pueden afectar al niño directa o indirectamente.
Además las toxicomanías pueden ser el vehículo de enfermedades transmisibles como las infecciones por VIH, las hepatitis B y C y otras que se sumarán a los otros efectos relativos.
Tabla 1. Efectos de las toxicomanías de los padres sobre los hijos
Efectos inmediatos
Adicción fetal, “crack babies”
Malformaciones, S. alcohol-fetal
Síndrome de abstinencia neonatal
Enfermedades infecciosas de transmisión vertical
Síndrome de la muerte súbita
Inducción a la adicción a drogas
Efectos por la conducta de los padres
Abandono, negligencia
Malos tratos, abusos sexuales
Marginación
Delincuencia, prostitución
Corrupción, inducción al tráfico
Desestructuración familiar
Orfandad por muerte materna precoz
Los efectos pueden diferir según el tipo de tóxico y el momento en que la adicción repercute sobre el niño.
Las toxicomanías durante el embarazo son responsables de síndromes malformativos y afectaciones serias del SNC como las que acompañan la adicción al alcohol, caracterizando el síndrome de alcohol fetal o los devastadores efectos de la adicción a la pasta de cocaína (”crack”) que causa una encefalopatía grave en los hijos de madres adictas. Otros tóxicos determinan síndromes adictivos fetales que después del nacimiento se van a manifestar como síndromes de abstinencia, de los que el más conocido es el síndrome de abstinencia a los opiáceos. El tabaquismo durante el embarazo se asocia a retraso del crecimiento intrauterino.
El consumo de drogas por vía endovenosa es el principal medio de contagio de enfermedades infecciosas que pueden trasmitirse después por vía vertical de la mujer embarazada al feto. La inmensa mayoría de los casos del Síndrome de la Inmunodeficiencia Adquirida en la infancia son secundarios a transmisión vertical del VIH. Algo similar puede decirse de la hepatitis C, a menudo concomitante con la infección por VIH. El SIDA y la hepatitis B pueden también haberse contraído por otras vías, comúnmente por contacto sexual.
Los hijos de madres drogadictas tienen diez veces más probabilidades de quedarse huérfanos y/o morir antes de los 5 años que la población normal.
En edades posteriores los efectos están relacionados con el hecho de que todas las drogas son modificadoras de la conducta de los adictos y estos cambios conductuales condicionan la relación de los padres con el niño y su desarrollo psicosocial.
El alcohol es un conocido inductor a la violencia y responsable de la mayor parte de los casos de violencia familiar asociada a toxicomanías. El alcoholismo materno se asocia a desestructuración familiar, prostitución, abandonos, negligencia y malos tratos. Los hijos de padres alcohólicos se inician en el consumo de alcohol en edades más tempranas y tienen muchas más probabilidades (hasta cinco veces más) de convertirse en alcohólicos que el resto de la población.
La adicción a las drogas ilegales además de los efectos directos y las modificaciones de conductas determinantes de menor atención al cuidado de los hijos, violencia familiar y otros abusos, contiene toda la subcultura del tráfico, prácticamente inseparable del consumo, con sus secuelas de delincuencia, crimen, marginación, encarcelamiento, pobreza y accidentabilidad.
La prevalencia actual de las toxicomanías obliga a considerarlas como factor contribuyente en todas las circunstancias que se planteen de problemas psicosociales en la infancia.
Diagnóstico.
La anamnesis de todo paciente pediátrico debe incluir una encuesta sobre los hábitos familiares en relación con el uso de tóxicos. Las preguntas deben hacerse sin implicaciones condenatorias ni inquisitoriales y es conveniente introducir el tema de más de una manera, puesto que en la mayoría de las situaciones el problema se oculta o se niega.
Los casos evidentes permiten comentar los detalles y características de la adicción con el padre o madre adicto para conocer la amplitud del problema. Cuando únicamente se pueda tener una sospecha, se debe conducir el diálogo hacia cuestiones relativas a los horarios de la familia, las fuentes de ingreso, las actividades de ocio y las soluciones que aplican a las situaciones de crisis o los conflictos para poder evidenciar el recurso a fármacos, drogas o alcohol.
Cuando se haya conseguido información sobre el uso de tóxicos se debe inquirir sobre dosis, frecuencia de consumo, forma de uso y métodos empleados para mantener la adición que puedan ponernos sobre pautas de conducta.
La detección de síntomas relacionados con los efectos del consumo de tóxicos en el niño debe llevar a una precisión sobre la forma que haya podido originar la exposición.
Tratamiento.
El facultativo enfrentado con los problemas de adicción a tóxicos de los padres de un niño traído a su consulta adquiere la responsabilidad sobre el manejo de los problemas tanto del progenitor adicto como del niño. Como quiera que la protección del niño y la prevención de los efectos de los tóxicos y lo que condiciona en el entorno es capital, se debe plantear con firmeza que el niño debe ser preservado de esa situación. Ello puede precisar la denuncia a las autoridades de protección a la infancia y eventualmente la propuesta de custodia y retirada de la patria potestad.
Sin embargo no puede olvidar que el progenitor adicto es también un enfermo que necesita atención. El manejo de drogadictos es un problema complejo que requiere la participación de diferentes agencias y recursos y a menudo tropieza con la actitud del adicto y el entorno de tráfico y delincuencia que le acompaña.
La aproximación al problema debe estar en lo posible exenta de actitudes moralistas o culpabilizadoras, procurando entender los mecanismos que han llevado al adicto a su situación. La referencia a un servicio de salud mental especializado en problemas de adición las drogas es lo mínimo a plantear.
El tratamiento de los efectos específicos de las drogas sobre el niño puede requerir la participación de especialistas diversos según sus carácterísticas: en el período neonatal neonatólogos expertos y más tarde neuropediatras para evaluar los efectos sobre el neurodesarrollo, psiquiatras infantiles y rehabiltadores
La función del pediatra o del médico de familia debe ser coordinar las actuaciones y mantener una comunicación continuada con la familia ofreciendo consejo y apoyo.
X. Allué (Editor)
Las obligaciones de los niños
Ayer, 10 de diciembre, se conmemora el Día Mundial de los Derechos Humanos que hace 71 años proclamó la Organización de las Naciones Unidas. Después del final de la II Guerra mundial y, también de los juicios de Nuremberg, con tiempo suficiente para asentar la idea de las tremendas vulneraciones de toda clase de derechos que había sucedido en los años anteriores, y como una apuesta hacia un futuro de paz. A pesar del tiempo pasado todavía quedan muchos derechos por defender y millones de habitantes del planeta que no los tienen garantizados.
En una conversación casual ha surgido también la discrepancia común en que tales derechos deberían ir acompañados de las correspondientes obligaciones. Personalmente considero que las principales son, precisamente, las de velar y trabajar para que los derechos se respeten y se cumplan. Para nuestro ámbito recordamos que tuvieron que pasar 11 años más para que se promulgaran los Derechos de los Niños. Derechos específicos que necesitan especial protección y que no quedaban del todo incluidos en los generales de todos los humanos.
Elisa Beni, una prestigiosa periodista que aparece con frecuencia en los medios españoles, y en esa línea de confrontar derechos y obligaciones y atendiendo a la presencia mediática de Greta Thunberg, ha dado en comentar sobre las obligaciones de los más jóvenes. En medio del COP25 que se celebra estos días en Madrid, la señora Beni, al tiempo que saluda la presencia de jóvenes en la conferencia y las actividades en su entorno, se pregunta si los jóvenes, los «milenials», o los nacidos después de del año 2000, no tendrían unas obligaciones al tiempo que hacen valer sus derecho y si estarían dispuestos a renunciar a los bienes y servicios que actualmente disfrutan.
Las «obligaciones» de los menores tienen más una raíz cultural que política, y aún menos jurídica. Están ligadas a la educación y, en función de esa educación se van construyendo. Cierto que en la natural fijación de límites gradualmente con el crecimiento y el desarrollo, los niños van adquiriendo una idea de los que puede y no se puede hacer, y de lo que se tiene que hacer. Pero las obligaciones se tiene que enseñar y difícilmente se pueden exigir. Los niños no son justiciables y sus responsabilidades tienen siempre que ajustarse a su edad y desarrollo, nunca separadas de lo que determina su entorno. No se les puede pedir nada que no se les haya dado antes.
Al final, su única obligación es la supervivencia: llegar a adultos. Y en eso los pediatras tenemos bastante que hacer y decir.
X. Allué (Editor)