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A y B: Anorexia y Bulimia

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El periódico local lleva un titula a cuatro columnas que anuncia que el 6% de nuestros jóvenes padece trastornos alimentarios–el titular dice «alimenticios», pero no se les puede pedir mucho a los periodistas–añadiendo en la entradilla que hay el doble de casos de bulimia que de anorexia. El reportaje ocupa dos páginas enteras y, como hoy es fiesta, me da que haca algún tiempo que estaba preparado. En esta parte del mundo las fiestas, además de holganza, habitualmente significan alguna comida más o menos inmoderada. En la fiesta que nos ocupa son chocolates y tartas con huevos. La Pascua se cierra en muchos sitios con versiones diversas de cordero. Y en otros con arroces o desayunos de huevos, jamón y picatostes.

O sea que festejar y comer forman parte de una larga tradición cuando comer no esra tan fácil y se reservaba para las fiestas. Ahora, sin embargo, la comida abunda y es–a pesar de lo que cuenta la cesta de la compra–comparativamente barata.

La plaga de trastornos alimentarios entra en colisión con esa abundancia de alimentos y una percepción distorsionada de la propia imagen. Que mayoritariamente los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) afecten a mujeres se relaciona con la mayor atención que prestan a la imagen que las mujeres en nuestra cultura. Y si a eso se suma la pléyade de páginas web y redes sociales dedicadas a la anorexia y la bulimia, resulta evidente que los TCA son síndromes culturalmente determinados («culture-bound syndromes»).

En el centro donde trabajo tenemos una unidad hospitalaria para el tratamiento de los TCS (URTA: Unidad de Referencia para Trastornos Alimentarios) donde se tratan paciente en régimen de hospitalización de día. Los resultados en general son más favorables cuantitativemente en las anorexias; es decir, mejoran una proporción más alta. Las bulímicas, al generar menos alarma familiar y escolar, se detectan menos, se tratan menos y los abandonos terapéuticos son más comunes.

Personalmente atribuyo un papel secundario en el origen de los TCA a la más o menos cacareada importancia de las modelos de alta costura, pero en esta ocasión y en este blog, me abstengo de elaborar esta parte del tema.

En la Atención Primaria Pediátrica no es fácil indentificar y referir los casos porque los adolescentes son raros frecuentadores y muchos padres no se aperciben de lo que está ocurriendo hasta que algun acontecimiento dramático lo pone de manifiesto. Pero yo me atrevo a considerar que en la mayor parte de los obesos existe un componente de bulimia en el sentido de tener también una apreciación distorsionada de su propia imagen. Así, la realización de una consulta al psiquiatra infantil está indicada en cualquier preadolescente obeso, a la vez que se ponga en marcha cualquier tratamiento. Por más vueltas que le demos, la obesidad infanto-juvenil es más materia psiquiátrica que endocrinológica.

X. Allué (Editor)

(Nota: La imagen se ha tomado tecleando en el buscador Google la palabra «princesas», que es una «hashtag» común para el tema de la anorexia)

Written by pedsocial

25 abril 2011 a 21:27

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2 respuestas

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  1. Tema muy interesante como siempre. Estoy de acuerdo en el papel secundario de la moda en las AN, que son verdaderas enfermedades mentales.Pero discrepo cordialmente en que l@s adolescentes obesos deban recalar en el psiquiatra. Algunos en el psicólogo en todo caso, pero la mayoría mejorarían claramente sin la permisividad de los padres.Y ahí creo firmemente que las tareas educativas son propias y casi exclusivas de la familia 🙂

    Carmen Martínez

    25 abril 2011 at 21:45

  2. […] De anorexia y bulimia nos habla Xavier Allué desde “Pediatría Social“. […]


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